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FÚTBOL TERCERA JORNADA DE LIGA

Empate y desgobierno

Santiago Segurola

A última hora, Anderson dio el empate al Barça en un partido de poca vibración, muy alejado de la intensidad que preside habitualmente el gran clásico de la Liga española. Al encuentro le faltó una línea coherente. Todo se hizo fragmentario, compulsivo, sin orden. Los errores pudieron más que los aciertos en los dos equipos. El Barça estuvo a punto de pagar las graves deficiencias de su línea defensiva y el Madrid volvió a desarmarse en el medio campo.Los defectos de cada cual fueron decisivos en el desenlace de un partido discreto, demasiado trabajoso para dos equipos que venían de vaciarse en la Copa de Europa. Si por algo se distinguieron el Madrid y el Barça fue por confirmar ciertas sospechas que se ciernen sobre ellos. El Barça concede demasiado por su inestabilidad defensiva. Todos andan a la quinta pregunta, sin saber ubicarse y sin recursos para hacer sus deberes. Luis Enrique porque no es lateral, Reiziger porque está acostumbrado a los marcajes individuales y ahora le piden que cuide la zona, Pellegrino porque es lento y se vio superado por el acontecimiento, Sergi porque está más preparado para salir hacia adelante que para proteger la banda izquierda de manera fiable. Tampoco parece que Giovanni sea la solución correcta para hacer de Guardiola, aunque sea de forma eventual. Las deficiencias de sus defensores y la mala interpretación del marcaje zonal fueron decisivos en los numerosos problemas del Barcelona.

Las dificultades del Madrid también tuvieron carácter propio y están relacionadas con las lacras que se perciben en el medio campo. Es cierto que el equipo tiene gol y que dispone de delanteros de primer orden, pero también es cierto que el medio campo queda demasiado expuesto por la naturaleza de sus jugadores. Si Raúl es delantero y juego tirado a la derecha, si Savio es extremo izquierda, si Seedorf es un monumento a la dispersión, entonces se plantea una ecuación difícil de resolver: la fractura en la mitad del campo, la soledad de Redondo. El vacío de poder, en fin. Este problema se manifestó principalmente en el primer tiempo, pero el Barcelona no se avisó. Sólo Rivaldo exploró los numerosos espacios abiertos en el medio campo. Su protagonismo fue notabilísimo, con varios remates espléndidos y la sensación constante de amenaza para la defensa madridista.

La preponderancia de Rivaldo en todo lo que sucedió en el Barça habló muy mal de la contribución de sus colegas. Zenden claudicó en el Bernabéu y quedó como un futbolista menor, un extremito que de ninguna manera resiste la comparación con Savio, el extremo madridista. Sin realizar un partido espectacular, Savio metió en graves dificultades a Luis Enrique, provocó un par de amonestaciones y tuvo peso en el juego. En la otra simetría, Raúl-Figo, también cobró ventaja el delantero del Madrid, aunque sólo sea por el valor de los dos goles que marcó en el primer tiempo. Raúl sufre en la derecha, pero le sobra instinto para rebañar en el área, su terreno natural. En el primer tanto, aprovechó un rechace de Hesp y en el segundo apareció libre para morder un remate que rompió el empate.

Los goles del Madrid se pueden interpretar desde la intuición de Raúl, pero sobre todo se explican desde las lamentables decisiones de los defensas del Barça. En el primer tanto, Morientes recibió de Mijatovic y quebró en el área a Pellegrino, que se embolingó con la pelota y se le dejó fetén para el delantero madridista. Hesp desvió el remate, pero Raúl pescó el balón y marcó. El segundo tanto nació de un saque de banda, a mayor gloria de las teorías de Benito Floro. Giovanni no anticipó y Mijatovic se escapó con un giro. Reiziger fue el perjudicado en el segundo regate y el resto cabe en el haber de Mijatovic, que abrió el pase hacia Raúl.

La tendencia a los errores también se apreció en el primer gol del Barça, un tiro libre de Rivaldo, manoteado por Illgner hacia dentro del área y aprovechado por Kluivert en el rechace. Los defensas miraban. Con el tiempo, Illgner se redimió del error con una espectacular intervención tras un remate de Rivaldo. En cualquier caso, el partido se armaba más sobre los defectos que sobre las cualidades de los dos equipos.

El segundo tiempo tuvo un carácter más convencional: un ratito para cada equipo. Arrancó el Barça con alguna intensidad, pero respondió el Madrid con un juego más robusto. Todo sin continuidad, con un juego fragmentario y con las defensas más estables. Pellegrino y Reiziger remontaron un poco el vuelo, Luis Enrique interceptó a Savio y Sergi aprovechó la extrañeza de Raúl a la banda derecha. Corregida la debilidad de la línea defensiva azulgrana, el Madrid pretendió ganar el partido con la posesión de la pelota. Durante unos minutos, Redondo dictó el juego con paciencia y mucho toque, pero pronto se hizo evidente que había demasiada fatiga en los dos equipos. Desapareció Savio, lo mismo que Raúl y nada digamos de Mijatovic, que no encontraba aire ni balón. El partido quedó abierto a las soluciones individuales, a algún gesto de clase, a la acción de Figo, por ejemplo. Figo, siempre activo en esta clase de duelos, había pasado desapercibido, pero encontró el momento de meter un pase corrido a Anderson, que ganó por velocidad a Hierro y metió la puntera para batir al Barcelona. El gol que equilibraba un encuentro con un fútbol poco equilibrado, un Madrid-Barça que no quedará en el recuerdo ni por la pasión que levantó ni por el juego que se interpretó.

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