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FÚTBOL COPA DE LA UEFA

El Atlético se vulgariza

Los rojiblancos ganan a un Obilic desastroso, pero no mejoran

Nada que ver con su presidenta. El Obilic resultó un espanto, un crimen para la vista. Un equipo ramplón, caótico, enfrentado permanentemente con la pelota. Mucha concentración, mucho esfuerzo, pero nada de fútbol. Un petardo. No se entiende cómo ha podido ganar este equipo la Liga yugoslava. Más incomprensible es por qué el Atléticó no le sacó ayer del Calderón con una goleada, por qué fue incapaz de aplastarle. Se explica, sí, porque el Atlético sigue mal, decididamente mal. El 2-0 le mete en la segunda ronda de la Copa de la UEFA - no es posible sospechar otro desenlace-, pero todas las dudas con las que llegó a la cita permanecen intactas, sin resolución en el horizonte.El Obilic se desordenó solo. Decidió sujetar a los puntas rojiblancos con marcajes individuales, siguiéndoles de un lado a otro del campo, y todas las jugadas le pillaron fuera de sitio. No fue su único pecado, ni siquiera el peor. Enseñó futbolistas desastrosos, especialmente los que poblaron la zona de atrás, con una desorbitada propensión a regalar el balón. Ni en los patios de colegio se ven errores técnicos del tamaño de los que cometieron gente como Babeu, el gigantón que peor pasó la noche -se las vio con Kiko-, o Mrkic, el libre, o Savic, el vigilante de Juninho, o Serafimovic, el de Lardín... ¡Con tantos y tan buenos jugadores que genera el fútbol yugoslavo, cómo es posible que ninguno haya ido a parar a este equipo! Y además de malos técnicamente, funcionaron sin ninguna armonía ni sentido. Eso sí, estuvieron muy concentrados (más que el Atlético, lo que en la segunda parte les permitió aparentar que tenían algo que decir en el partido), corrieron mucho y dejaron su marca en unas cuantas patadas fuera de tono. Pero su imagen resultó patética.

ATLÉTICO 2

OBILIC 0Atlético: Molina; Aguilera, Torrisi, Santi, Serena; Roberto, Mena, Juninho (José Mari, m. 46), Jugovic (Bejbl, m. 34); Kiko (Correa, m.87) y Lardín. Obilic: Lukic; Babeu, Mrkic, Serafinovic (Vargec, m.63); Zivkovic, Savic (Litara, m.67), Zoric; Manojllovic (Rankovic, m.46), Grozdic, Sarac; y Kovacevic. Goles: 1-0. M. 15. Babeu se trompica con el balón, Juninho lo captura a la carrera, desborda a Mrkic y bate a Lukic de tiro cruzado. 2-0. M. 52. Aguilera penetra hasta el fondo del área, envía el pase de la muerte y José Mari resuelve de tacón. Árbitro: Edgar Stinborn (Alemania). Amarilla a Santi, Mena, Savic y Vargec. 13.000 espectadores en el estadio Vicente Calderón. Primera eliminatoria de la Copa de la UEFA. Encuentro de ida. El de vuelta se jugará el día 29 en terreno yugoslavo.

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El gol con el que el Atlético descorchó el partido retrató al Obilic: Babeu duda entre ceder al líbero o al portero y, mientras se lo piensa, empuja sin querer el balón, se lo regala a Juninho, que llega a la carrera, desborda al cierre y cruza el balón ante la salida de Lukic.

Pese a las facilidades del rival, pese a tener el marcador de cara al cuarto de hora, el Atlético no supo crecerse. Vivió tranquilo atrás -y eso que Torrisi, que pareció yugoslavo, se empeñó con insistencia en provocar lo contrario-, pero nunca se encontró cómodo. Mirado con benevolencia, casi todo lo que intentó resultó intrascendente. Podría interpretarse que todo es cuestión de tiempo, de coger el aire a un sistema sofisticado y exigente. Pero no. Eso valdría para aspectos como la presión, que aún se ejecuta a destiempo y sin sincronía, o la distancia entre líneas. Pero hay otras cuestiones mayores que invitan a conectar la alarma y que señalan directamente al rango de los jugadores. Por ahí, el Atlético ha salido perdiendo en su restructuración de la plantilla. Se ha vulgarizado.

De los nuevos, sólo Jugovic y un poco Serena se insinúan interesantes. Torrisi es un futbolista menor, un fichaje con pinta de injustificable. Mena tiene toque y disparo, pero ralentiza demasiado el juego, un grave inconveniente cuando de lo que se trata es de organizar a toda pastilla. Njegus y Chamot, que ayer no jugaron, no suben la nota. Y otros que ya estaban, como Bejbl, tampoco. Demasiados problemas.

Quedan Aguilera -de los que se salvó ayer-, José Mari -aunque le falta culminar sus grandes cosas-, y Lardín -si juega en punta-. Y queda Juninho, aunque también es un problema: en la media punta acapara el juego y se empeña en resolver con sus clásicos eslalons por el centro que casi nunca acaban bien. En la banda, pese a la opinión general, gana en capacidad de sorpresa y encuentra un lugar más apto para prosperar.

Y queda, por supuesto, Kiko. Ése sí es grande, grande. Ayer volvió a ser el mejor del Atlético. Da igual cómo le llegue el balón, quién tenga delante, a qué ritmo juegue su equipo... Da igual todo. Cualquier situación le vale para bailar el vals: un control imposible, un pase inimiginable, un quiebro letal. Es Kiko realmente, pese a su falta de gol, el asidero del Atlético. El único consuelo que sostiene a una afición que se fuga poquito a poco del Manzanares -la entrada de ayer fue sintomática de la desilusión actual del personal-. Sacchi debe darse prisa si no quiere quedarse solo.

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