Juninho deja a la táctica en su sitio
La entrada del brasileño transforma al Atlético ante el Salamanca
Llegó Arrigo Sacchi a España como un geómetra a destiempo. Con una pizarra y un debate pasado de moda en el fútbol. La zona y el 4-4-2 en los tiempos del 3-5-2 o hasta 3-4-3. La línea y el rombo. La táctica (versión peyorativa) y el sistema, o el dibujo, como se dice ahora. Juninho, en el banquillo. Kiko disertando en el desierto. Cuatro imponentes físicos y tácticos (Jugovic, Njegus, Mena y Lardín) en el centro. Cuatro más forzudos en la línea (esa es la palabra) defensiva. Eso es el fútbol. Eso, según la escuela italiana del glamour. Eso, ante un equipo triste y perdido, ante el Salamanca, candidato a poco por lo que mostró. Eso, en la Liga española.Eso era el fútbol -el rombo, o la línea, o lo que sea, convertido en barullo hasta que Kiko, sólo de vez en cuando, podía conectar con la velocidad de Lardín y abría claridad en el Calderón-, eso era lo que se vio en el primer tiempo. Mientras, mientras la táctica (también conocida como el miedo a cometer errores) mandaba,Juninho calentaba banquillo. ¿Resultado del primer tiempo? ¿Alguien lo dudaba? 0-0. ¿El balón? De acá para allá, dando tumbos.
Pero Juninho salió a jugar. A guiñarle el ojo a Kiko. A tocar el balón. A crear espacios. Y el fútbol acampó en el Calderón. ¿La táctica (versión peyorativa)? En el banquillo. ¿Dónde si no? ¿Resultado final? ¿Alguien lo dudaba? 2-0 para el Atlético. Y Juninho en los goles.
El Salamanca sólo existió el primer tiempo, pero poco. Existió por la calidad de Silvani. Su sentido de ataque y su amor al riesgo. Puso en evidencia a Torrisi (le sacó la primera tarjeta amarilla) y a Mena (ídem). Pero no por remate ni por gol. Dominó más el balón que el Atlético, pero en la horizontal (siguiendo con la geometría). El resto, defensa. Y aun así complicó la cosa a los forzudos y a los físicos: la táctica no valía para marcar las diferencias. Entre otras cosas, hasta los clubes más modestos pueden comprar sistemas y geometrías. Jugadores es otra cosa. Y Juninho no digamos.
Salió el brasileño (dicen que está tocado) y la de cosas que pasaron. En poco tiempo. Y eso que jugó por la banda derecha (el hueco del yugoslavo Njegus), por donde (dice otro debate) no debería. Pero entrando por allí y todo, en su primera penetración (antes ya había dado un par de pases y logrado encerrar al Salamanca en su área) forzó un penalti (m.48). En su segunda buena jugada dio a José Mari la oportunidad y el espacio para que hiciera su mejor jugada. Con su tercera aparición en los primeros 10 minutos del segundo tiempo le dio el gol a Kiko (grande el gaditano en su resolución: tres toques con la izquierda, espacio necesario para encarar de frente a Loren, romperle la cadera y fusilar a Stelea). ¿Para qué más?
Vovió el partido a su ser, a la exhibición física para solucionar problemas de posición y de juego (Torrisi se ganó la segunda amarilla y la expulsión en su debut en el campeonato por una entrada fuera de cacho a Vellisca), a la dejadez de algunos y al dominio aparente del Salamanca. El juego se extinguió hasta apagarse. Volvió a su ser del primer tiempo. Quizás al ser de Sacchi.
El entrenador italiano tendrá que resolver esta temporada una complicada ecuación entre las prisas de la afición por tocar fútbol y resultados y su tendencia a la tranquilidad. No lo pasará mal mientras los jugadores le den la solución.
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