Gracias, Ramon
Cuenta el escritor Paulo Coelho que cuando alguien quiere alcanzar un objetivo todas las circunstancias adyacentes confluyen para que pueda lograrlo. A él esta tesis le funcionó. Cuando creía alcanzar el cenit en su carrera profesional como directivo en una importante empresa discográfica, le llamaron una mañana para comunicarle su despido. Y como consecuencia de eso empezó a escribir y triunfó en lo que él siempre había soñado. En la vida, sin embargo, las cosas no suelen ocurrir de esa forma. Como dice la trágica ley de Murphy, "si algo va mal, no te exasperes porque puede ir mucho peor". Ahí no hay lugar para la esperanza, a no ser que uno decida convertirse en masoquista y disfrutar de las propias desgracias. Los parámetros en que nos movemos la mayor parte de los mortales no suelen alcanzar estos extremos. A lo que todos aspiramos es a salir lo mejor parados posible de nuestras propias tragedias y a no sobrepasarnos con el disfrute de los buenos momentos, pensando que tal vez por ello nos resulten más breves. En este último mar estoy navegando ahora. Las olas llegan tan suaves que resultan agradables. Aparentemente, nada es capaz de distorsionar la serena convivencia de un grupo que antepone a cualquier otra cosa la calidad humana. Es algo para guardar, para retener con fuerza, para esconder como un tesoro. Es un equipo que forman cinco personas y que ha convertido la carga que siempre supone el trabajo en algo gratificante. Yo no sé si realmente en este caso todos los elementos se han confabulado para situarnos en la nube de convivencia en la que nos encontramos. Tampoco sé si es el resultado de los difíciles momentos que pasamos juntos hace ya algunos años. Pero tengo la certeza de que este grupo tiene un responsable que lo ha creado, lo ha perfilado, lo ha mimado. Se llama Ramón y hoy cumple cuarenta años.
