El temor a una nueva caída preside la última sesión de agosto en las bolsas
Los inversores internacionales afrontan la jornada de hoy con la mirada puesta en la evolución de las crisis de Rusia y Japón
Los mercados financieros internacionales afrontan la última sesión del mes de agosto sumidos en la inquietud que generan los acontecimientos políticos y económicos del fin de semana en Rusia y Japón y la posibilidad de que la inestabilidad se agrave, por contagio, en Latinoamérica. La Bolsa de Madrid, que perdió un 10,87% de su valor en los últimos cinco días de actividad, estará más pendiente de ese contexto internacional que de los indicadores de la economía española.Ayer, el jefe de Estudios de la Bolsa de Madrid, Blas Calzada, aseguró que la semana que comienza "no va a ser tan mala", ya que, aunque "la inestabilidad todavía no se ha calmado, la racionalidad volverá a los mercados". Vaticinó que las bolsas "recuperarán parte de las pérdidas que ha habido". Conviene recordar, en ese sentido, las llamadas a la tranquilidad lanzadas por los miembros del Gobierno y sus advertencias respecto al carácter medioplacista que debe tener la inversión en renta variable para los pequeños inversores.
Aunque las autoridades mundiales han reiterado durante el fin de semana sus mensajes para frenar la avalancha de órdenes de ventas que se registraron la pasada semana, los inversores mantienen la desconfianza y muchos siguen pensando que aún es mejor recoger beneficios. No hay que olvidar que la Bolsa de Madrid, cuya capitalización se ha reducido en 6,3 billones de pesetas en las últimas cinco sesiones, mantiene una ganancia del 17,5% respecto a primeros de año. Eso sí, tras haber tocado una rentabilidad del 49,8%.
Trayectoria alcista
Lo ocurrido no es anormal. La trayectoria de las bolsas occidentales ha sido alcista en los últimos 13 años, sobre todo si se toma como referencia a Wall Street. No obstante, los inversores se han visto sorprendidos de cuando en cuando por situaciones inesperadas que, en ocasiones, adquieren tintes dramáticos. La actual crisis no es más que una de tantas de las que se han producido en los últimos años y no es de las peores, al menos de momento. Para la mayoría de los inversores, sobrevivir a una crisis es una hazaña digna de contarse, pero cada una de ellas expulsa del mercado a un buen número de pequeños especuladores que no saben, o no pueden, reaccionar a tiempo.El principal problema con que han chocado las bolsas en los últimos 13 años y que todavía sirve de referencia para medir la importancia de cada nueva crisis ha sido el crash de 1987 de la Bolsa de Nueva York. El arbitraje entre los mercados de futuros y de contado, la Bolsa, fue el desencadenante de un descenso que en el mercado español se llevó por delante un tercio de su valor. El índice de la Bolsa de Madrid cayó desde el 328,36% hasta quedar por debajo del 200% en una serie de días negros que nadie ha olvidado.
La culpa de aquel descenso de la Bolsa de Nueva York se la llevaron los programas automáticos que cubren el arbitraje entre mercados, y desde entonces, tanto los arbitrajistas como los programas informáticos tienen mala fama entre los pequeños inversores. Puede decirse que los inversores españoles descubrieron en aquella ocasión que acontecimientos muy distantes pueden tener influencia en el mercado doméstico, algo que después han visto muy a menudo. Dos años después, los bonos basura -activos de empresas de elevado riesgo- provocaron una nueva crisis en Wall Street que tampoco pudo esquivar el mercado español. Si en el crash de 1987, la Bolsa española se paralizó por falta de mecanismos que garantizasen la liquidez, en 1989, el Gobierno socialista anunció que tenía preparadas medidas para garantizar esa liquidez. Una diferencia notable entre ambas fechas era que en 1989 el mercado continuo español ya funcionaba normalmente, aunque con volúmenes muy reducidos. Se ampliaron los márgenes de oscilación de las cotizaciones en la apertura hasta el 10%, desde el 5%, y hasta el 20% para el conjunto de la sesión, una novedad que asustó a los pequeños inversores y que llevó a alguno a afirmar que era "una locura, porque en cinco sesiones te podías quedar sin un duro".
No hubo que esperar mucho para volver a mirar el mapamundi. Kuwait era para los españoles un país tan importante como pequeño que invertía fuertemente en empresas españolas, pero su invasión por parte de Irak ponía en peligro el grifo del petróleo para Occidente y las bolsas volvieron a sufrir. Casi 100 puntos, otra vez cerca de un tercio de su valor, le costó al índice de Madrid una invasión cuyas consecuencias aún paga Irak. En aquella ocasión (agosto de 1990) fue Japón quien comenzó a dar señales de que los ciclos alcistas llegan a su fin. El encarecimiento de los precios del petróleo acabó con una racha de dinero fácil y barato que se conoce como la fase especulativa y en la que la Bolsa de Tokio llegó a estar a 32.000 yenes.
Hoy, Japón está pagando las consecuencias de aquella época, ya que la caída de la Bolsa se llevó por delante las posibilidades de pago de una buena parte de la población, provocando una serie de créditos impagados que han terminado ahogando al sistema bancario japonés. La reciente crisis de Japón tiene su base en aquellos años, aunque, mientras, los mercados occidentales han disfrutado de unos años de bonanza sólo rotos por otro protagonista actual, Rusia.
El intento de golpe de Estado en la Unión Soviética en agosto de 1991 es la referencia más inmediata de caída para la Bolsa española, con un 8,35% en un día, aunque la recuperación fue fulminante. Los protagonistas se repiten y, en el caso de Rusia, el miedo tiene casi la misma causa, ya que la actual bancarrota del Estado está provocando una situación social conflictiva.
Riesgos de la mundialización
Desde entonces, y hasta el último mes, los problemas han sido menores y casi siempre domésticos, salvo el famoso no danés a los acuerdos de Maastricht, que provocó serios desajustes dentro del Sistema Monetario Europeo (SME) y dos devaluaciones de la peseta, la última en marzo de 1995.La crisis actual ha tenido su origen en Asia, con una serie de devaluaciones en cadena que han terminado sacando a la luz los viejos problemas de Japón y han puesto en duda la solvencia de muchas divisas de todo el mundo. La mundialización de los mercados ha crecido enormemente en estos años, pero los inversores sólo la maldicen cuando vienen mal dadas. Cada vez es mayor la influencia en las bolsas del tipo de cambio de las divisas, que pueden provocar retiradas de uno u otro mercado, con lo que los percances ajenos se sienten como propios.
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