Resultado clásico para un clásico
El árbitro anuló dos goles del Celta al Deportivo
El clásico del fútbol gallego acabó con un resultado también clásico: empate sin goles, y queda aplazado para la segunda vuelta ese debate sobre quién llevará este año el mando en la comunidad autónoma. Pero sólo el resultado fue característico de los partidos de rivalidad, porque hubo fútbol y lo puso el Celta, que tanto se parece al de la temporada pasada que hasta en el mismo error reincide: la falta de gol. Tal vez tenga motivos el celtismo para atribuirle una parte de las culpas a Díaz Vega, pero el discutido trabajo del árbitro no puede ocultar la falta de remate de los de Vigo.La mano de Irureta ha cundido en el Deportivo sólo en la destrucción. Puede atribuirse el entrenador deportivista la paternidad del grupo que ayer se le enfrentó en Balaídos, y su propia criatura, que ahora entrena Víctor Fernández, le puso contra las cuerdas. Pero sólo amagó el Celta. Tiene Fernández una dura tarea por delante con una buena carga de responsabilidad para Penev, el último ariete en llegar al equipo. Irureta, con el engranaje defensivo bien organizado alrededor de Mauro Silva, sólo tiene que esperar que exploten sus jugadores más ofensivos. Parece cuestión de tiempo.
La temporada empezó para el Celta como terminó la anterior :con el equipo plantado en campo contrario y ejerciendo un gobierno absoluto sobre el partido. Como antaño, el balón circula con fluidez desde atrás y lo mismo lo transportan hasta el área los hombres de la línea de creación como se salta dos líneas en alguno de esos pelotazos milimetrados que sólo están al alcance de jugadores como Mazinho o Mostovoi. También como antaño, la facilidad con que se desperdician ocasiones de gol resulta desesperante. No conviene descargar toda la responsabilidad en el delantero, porque ahora como en la temporada pasada el Celta juega con un único ariete; ahí, la capacidad de definición de Karpin, Revivo y Mostovoi resulta determinante.
Todo esto ocurría en la primera mitad mientras el Deportivo perseguía por todo el campo un balón que apenas si llegó a controlar. Mucho se ha hablado de la transformación experimentada por el equipo de Riazor en la pretemporada, y nadie duda en Vigo que si alguien puede poner orden en un equipo como ése es Irureta, pero ayer no dijo esta boca es mía. La eficacia de Ramis en los balones altos y los despejes a la desesperada en el área pequeña fueron sus únicas virtudes, acosta de dejar el césped de las inmediaciones de Songo"o prácticamente debastado; hasta tal punto fue el dominio de los de Vigo.
Si la carrera de Irureta evolucionó en Balaídos hacia un fútbol más ofensivo, la progresión parece continuar en A Coruña, donde el técnico de Irún está decidido a jugar con dos puntas, algo que se le vio muy pocas veces en Vigo. Pero no pareció el mejor sistema para discutirle la posesión de la pelota al Celta, que continuó su monólogo durante minutos y más minutos. Incluso ganó consistencia el Deportivo cuando Djalminha dejó su sitio a Bonissel, un defensa. Entró entonces el partido en una fase en la que también el gol del Deportivo pareció posible.
Con Fran apoyando a Mauro Silva y Armando más adelantado vivió el Deportivo sus mejores minutos, los únicos que guardaron cierta semejanza con el equipo que tan buen papel ha hecho en la pretemporada. Sin embargo, los goles llegaron para el Celta, pero dos golpes de bandera del árbitro asistente privaron al Celta de la victoria en dos jugadas muy discutidas por el público de Balaídos. El protagonismo de Díaz Vega se incrementó en los minutos finales. Primero fue un gol de Revivo el que quedó anulado por fuera de juego. Más tarde, fue Karpin quien logró batir a Songo"o pero se encontró con la bandera del juez de línea levantada. Con Balaídos ya abiertamente de uñas contra el colegiado asturiano, llegó la jugada que colmó la paciencia de la afición del Celta, que mantiene una vieja riña con Díaz Vega. Fue ya en tiempo de descuento cuando Revivo rompió la defensa coruñesa y se fue hacia la portería de Songo"o. El derribo pareció claro, pero el colegiado saldó la acción con una tarjeta amarilla para el delantero céltico. Al menos la afición pudo descargar su decepción por el resultado con una sonora pitada, que ensombreció en cierta forma el protagonismo que mantuvo Irureta a lo largo del partido.
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