A la manera italiana

Ranieri tiene lo que quería: un equipo más rápido, más fuerte y más contundente que el del año pasado. Más directo. Apenas avisa. Aperece y marca. Por la vía rápida. Sin entreactos. Sin elaboración. Pim, pam, pum. El Valencia desplumó ayer al Salzburgo austriaco con gran facilidad, exhibiendo un fútbol discreto pero efectivo, lo que le rinde una ristra de dividendos: adjudicarse la Intertoto, entrar por una puerta lateral en la UEFA y ser, de paso, el noveno equipo español en competiciones europeas en la temporada que ahora comienza.En defensa, el Valencia ha ganado mucho. Se antoja su línea más poderosa. Hay dos centrales de peso: el francés Roche (elegante) y el sueco Björklund (pegajoso); un tercer central voluntarioso y expeditivo, el joven Soria; y los dos veteranos laterales que aseguran un gran recorrido por los lados (Angloma y Carboni), sobre todo el primero, que ayer fue más delantero que defensa. Djukic, exento de tono desde el Mundial de Francia, aguarda su turno.

En el centro del campo, está Mendieta, que sigue creciendo. Va sumando galones. Ya es capitán. Su cabeza procesa el escaso juego que pasa por el centro del equipo. Su asociación rubia con el prestigiso Schwartz en la barriga del campo se presume productiva. Ambos trabajan a destajo para el colectivo, aunque les falta talento. De momento: porque Mendieta sigue creciendo.

Llegamos a la cabeza y allí todo depende de Ilie, de su ingenio. De su capacidad de improvisación. De su talento. Ayer, una vez más, lo tuvo. Y eso pese a estar bastante fondón. Fuera de forma. Sin la mirada afilada que caracteriza a los delanteros en vena. Y, sin embargo, lo disimula muy bien: derrama clase por donde pasa. Dosifica sus escasas fuerzas, se marcha a la izquierda, se escurre como una anguila y pica el cuero para que Lucarelli, solo, sólo tenga que posar la cabeza.

El Salzburgo apenas existió en el primer tiempo y acabó por extinguirse definitivamente en el segundo. El partido estaba para golear, pero el Valencia dosifica sus esfuerzos, no desperdicia nada: el sábado espera el Atlético.

Por cierto, muy bien Cañizares, ágil y seguro en su escaso trabajo.