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El Atlético se ejercita ante un Lazio menor

El equipo de Sacchi abruma con dinamismo a unos romanos apagados

Diego Torres

El Atlético funcionó ante un rival de aplicación dudosa que terminó abrumado, pensando en cumplir con el trámite. Funcionó su defensa, se agilizó la presión y el ataque alcanzó velocidades estrepitosas. Kiko fue otra historia. Puso la claridad.El Lazio se estiró hasta perder la forma. Lejos deambularon sus magníficos delanteros Salas y Boksic. Por detrás se arrinconó su defensa. Y De la Peña, solo en un anchísimo medio campo, hizo mal su papel de organizador -salvo que se acercase a la media punta- y no hubo quien le acompañara desde atrás más que Negro y Couto, que sirven para marcar, pero no para tocar. Y porque De la Peña no es un medio centro, y por fabuloso que sea su talento, hay una verdad lapidaria: el fútbol es un ejercicio asociativo. Se juega en grupo.

Kiko también parecía solo, quizá por sus movimientos de ritmo cadencioso en medio del vendaval circundante. Kiko se movió con soltura entre los centrales romanos. Fue el único jugador del Atlético que sorprendió cada vez que recibió un balón: con control, finta o pausa y astucia para repartirlo. Sus compañeros se dedicaron a presionar, a correr, a recuperar rápido para que el Lazio no dispusiera de la pelota por más de unos segundos. Y es posible que se aproximaran al ideal de trabajo soñado por Sacchi -sus órdenes vibraron casi ininterrumpidamente: "Presión, presión, adelante, adelante"-, prensando al enemigo desde la defensa y el ataque para que roben Bejbl, Njegus y Jugovic en mitad de la congestión. Todos los rojiblancos en bloque y rápido. Aunque por lo general perdieran el balón con igual vértigo. Salvo que la pelota llegara a los pies de Kiko, el menos rápido, pero el más peligroso. Y en una de ésas, en el área grande, Couto le entró por detrás. El penalti lo ejecutó Lardín y el Atlético se adelantó con un gol.

En el segundo tiempo, Kiko se fue al banquillo y el referente fue Jugovic. Con uno menos el Lazio, a la desbandada, agotado, el yugoslavo se movió por campo abierto. Uno de los primeros balones que recibió lo puso en la zurda de Lardín, que entró por la izquierda para golear con un disparo raso después de pillar a contrapié a la defensa romana, que tiró mal el fuera de juego y entró en crisis. En esa dispersión cayó el tercero del Atlético, dos minutos más tarde; Serena se lanzó a galopar, atravesó medio campo y remató José Mari. Fue el final. El partido navegó por los mismos derroteros hasta el último minuto: Jugovic, mandando solo -ni Roberto, ni Njegus, ni Bejbl parecieron acompañarle en su función de enganche, y es curiosa la soledad del futbolista moderno-; el Lazio, desvaneciéndose.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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