El relevo de 4x400 hace historia
Los españoles consiguen el tercer puesto con una actuación espectacular de Canal
De forma inopinada, España consiguió el tercer puesto en 4x400, primera medalla en relevos en la historia de nuestro atletismo y un signo muy favorable de los tiempos que corren. Las pruebas de relevos se interpretan como una vara de medir el calado real de un país. El sorprendente éxito de los cuatrocentistas corona la densa producción de España en los Campeonatos de Europa: siete medallas y 25 finalistas, la mayor cifra nunca conseguida.Nadie pensaba en la carrera de relevos como territorio de medallas. Los dos primeros puestos estaban designados para el Reino Unido y Polonia. Los británicos han hecho un coto privado en esta prueba, quizá porque su pasión por los 400 metros no admite comparación en Europa. Siete de las diez mejores marcas continentales de la historia corresponden a especialistas del Reino Unido. Los polacos son la sensación de la temporada. Después de su formidable actuación en los Goodwill Games, han confirmado en Budapest toda la calidad de su joven generación, hasta el punto de comprometer seriamente la victoria de los británicos.
Los cambios funcionan
España llegaba a la final sin grandes objetivos, al menos en apariencia. En la semifinal, el equipo había actuado de forma discreta, sostenido por el incombustible Canal que realizó una carrera espléndida en el último relevo. Para la final se hicieron cambios. Y funcionaron. Carlos Trull, que fracasó en las semifinales como primer relevista, fue decisivo en el espectacular resultado de la final. Corrió en segundo lugar y lo hizo con sabiduría, especialmente en el momento de buscar la calle libre en la cuerda. Cruzó las calles con determinación y se colocó en quinta posición. Andreu Martínez mantuvo el puesto, a la espera de Canal, un talento de verdad que tiene un futuro ilimitado.Canal cuenta 19 años y no conoce sus límites. Su ingenuidad es asombrosa. Camino de la final de 400 metros, los atletas españoles le encontraron en el autobús con dos zapatillas como único equipaje. "¿Dónde vas?", le preguntaron. "A correr la final", contestó. "¿Así? ¿Sin chandal, sin nada más que las zapatillas?". "Pues sí", les dijo. En la cámara de llamadas, en el momento de máxima tensión, cuando los atletas miran hacia dentro, Canal sorprendió a todos sus rivales con un ataque de glotonería. Ante el asombro general, pilló un par de donuts y se los comió tranquilamente, sin duda contra el criterio de cualquier dietista. Pero Canal es especial. Gasta las horas muertas jugando con las maquinitas electrónicas y no parece demasiado preocupado con las expectativas que levanta.
Su calidad es indiscutible, como se apreció en el último relevo. Recogió el palo en sexta posición, perdió ligeramente el equilibrio, cedió tres metros a sus rivales y pareció fuera de cualquier posibilidad. Era su quinta carrera en cinco días. Pero sobre todo era la quinta carrera de 400 metros, la carrera asesina. En los cuatro días anteriores había bajado de 46 segundos en cada una de sus intervenciones. En su última aparición superó todo lo previsto. Atacó la contrarrecta con una decisión conmovedora, con la voluntad de recortar como fuera la distancia con los italianos, suizos y franceses. Parecía un gasto excesivo: el ácido láctico comenzaría a bombear veneno a sus músculos de un momento a otro. Pero Canal prosiguió en su cabalgada, de forma casi irrespetuosa. Luego diría que le echó, sobre todo, corazón. En la recta se abrió hasta la cuarta calle para sobrepasar a sus adversarios, que habían administrado más el esfuerzo. Para Canal fue un momento delicadísimo. Era la hora de la voluntad. Sexto, quinto, cuarto. Sólo le resistió el francés Diagana, cuyo esfuerzo resultó inútil porque su equipo fue descalificado. Con 44.80 segundos (según una medición manual), David Canal coronó un momento histórico: España (3.02.47 minutos, récord nacional) había conseguido una medalla en relevos por primera vez en su historia.
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