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Entrevista:LA TERRAZA

"El actual sistema favorece a los grandes poderes capitalistas"

Augusto Vicente y Almela nació en el Grao de Valencia en 1918, pero su biografía responde más al self made man tantas veces retratado en las películas de Hollywood que a las visicitudes de un hombre que nació durante los estertores del reinado de Alfonso XIII, se crió durante la guerra civil y forjó su brillante e inconclusa carrera durante la etapa más oscura del franquismo. Licenciado en Derecho, aunque empresario de profesión desde 1964, el perfil de Vicente y Almela está forjado a base de trabajo y enriquecido por su verdadera pasión: el estudio de las leyes. De hecho, este octogenario de ímpetu juvenil es el propietario y director de la Revista General de Derecho, responsable de varias empresas inmobiliarias y una fábrica de material deportivo. Antes fue profesor de Derecho Mercantil en la Universidad de Valencia, puesto al que accedió merced a su brillante expediente académico: premio extraordinario de carrera en la promoción de 1940, pese a que Vicente y Almela compaginó sus estudios con todas las ocupaciones -algunas de ellas variopintas- necesarias para la subsistencia de su familia. Su esfuerzo inicial fue recompensado más tarde. La Revista General de Derecho, fundada en 1943, compite con solvencia ante el resto de publicaciones jurídicas tradicionales, y su fundador ha sido honrado con varias distinciones, la última la condición de miembro honorario con la que le ha premiado la Agrupación de Jóvenes Abogados de Valencia. Pregunta. El mundo ha cambiado en 80 años. Supongo que el mundo de la judicatura también. Respuesta. Ya lo creo. En mi época de abogado en ejercicio la Justicia era sacrosanta, nadie se atrevía a discutir o recurrir la decisión de un juez. Ahora bien, los magistrados tenían una preparación excepcional que últimamente se ha perdido. Por contra, los abogados de las últimas generaciones están muy bien preparados. Creo que es un error decir que antes los letrados eran mejores. P. Sin embargo, dicen que la universidad no produce trabajadores preparados. R. Eso es, en gran medida, verdad. Yo siempre he apoyado a la gente joven, pero la universidad no produce abogados, sino licenciados, por lo que está traicionado a la sociedad civil, vive de espaldas al pueblo. La masificación está matando a la formación, por lo que, desde mi experiencia de antiguo profesor universitario y jurista, soy favorable a la introducción de los numerus clausus, a la reducción del número de alumnos en beneficio de la calidad de la enseñanza. P. España va bien; ¿Cómo va la Justicia española? R. Una sola frase es definitoria: una Justicia cara y lenta no es Justicia. Hay que dotar de más medios a este sector de la Administración y aumentar el número de jueces, porque no se puede sostener la situación actual con una estructura tan antigua y obsoleta. El tráfico jurídico ha crecido de manera espectacular por el crecimiento demográfico del país y los mayores niveles de cultura. La gente sabe más de todo, sabe más de leyes, y por lo tanto ejercita sus derechos con más frecuencia que antaño. P. Entonces, ¿Es injusta la actual justicia? R. Como he dicho, una Justicia lenta y cara no es Justicia. El actual sistema beneficia a los grandes poderes capitalistas; la estructura de hoy favorece los abusos de los poderosos. Todo eso conlleva que vayamos hacia un país de pocos grandes ricos y muchos pobres. La clase media, la columna vertebral del país, se muere. Y eso hay que lamentarlo. P. Señor Vicente y Almela, ¿usted ha sido franquista? R. Yo siempre he sido una persona respetuosa con el poder constituido. No obstante, le puedo decir que las dictaduras nunca han sido buenas, y que todo jurista que se precie tiene que ser de talante liberal y creencias demócratas. Y yo soy de esos. P. En su dilatada trayectoria ha debido de coincidir con muchos abogados y empresarios de prestigio. ¿Cuál de ellos le ha impresionado o influido más? R. He sido un fraternal amigo de don Emilio Attard Alonso, que en mi opinión ha sido uno de los grandes juristas y personajes del siglo XX en España, y por supuesto, en la Comunidad Valenciana. Reunía varias condiciones que le convirtieron en una excepcional persona y un extraordinario letrado: conocimiento, coraje y ciertas dosis de mala leche, como demostró en varias ocasiones. Una de ellas me remite a un hecho que poca gente conoció en su época: ETA colocó una bomba en 1962 en la Audiencia de Valencia, cuando se estaban celebrando unos comicios para el Colegio de Abogados en los que ya participaba como electorero. Afortunadamente, el atentado, que pasó inadvertido por razones obvias, no tuvo mayores consecuencias. P. La Revista General de Derecho compite con las principales publicaciones jurídicas del país. ¿Cómo se renueva cada día una iniciativa que nació en 1943? R. Con ilusión, profesionalidad e ideas. En octubre reforzaremos la revista con nuevas ofertas, que esperemos que sigan otorgándonos la confianza y fidelidad de miles de abogados de toda España, suscritos desde hace años. La Revista General de Derecho es el producto de años de dedicación. P. Usted ha conseguido una posición social de relevancia partiendo de la nada. ¿Ha perdido humildad? R. En absoluto. Sería un cretino si hubiera caído en la soberbia. Le pongo un ejemplo: siempre viajo en el coche al lado de mi chófer, casi nunca en el asiento de detrás. He pasado hambre, y tal vez por eso me pongo en el lugar de los menos favorecidos. Tengo un gran respeto por todo el mundo, y valoro mucho más un valor como el honor que el patrimonio de una persona. Le cuento una anécdota: cuando era joven y mi padre falleció tuve que vender material de papelería a domicilio para mantener a cinco personas, pero no tenía dinero para pagar la casa ni banco que me lo prestara. Mi casero en aquella época, lejos de desahuciarnos y haciendo gala de una enorme humanidad, confió en mi palabra de honor de que le pagaría. Así lo hice más tarde, en cuanto tuve dinero. P. ¿Nunca ha tenido ambiciones políticas? R. En 1956, un ministro de gran peso en el franquismo, Fernando Herrero Tejedor, me propuso que me fuera a Madrid a integrarme en las labores de gobierno, pero yo decliné la invitación. Igualmente, en 1970, Francisco Perelló me ofreció la presidencia de la Diputación de Valencia, pero tampoco me sentí atraído por el cargo. A mí me interesa convivir con mis vecinos. Tal vez por ello nunca he optado por desarrollar una carrera en la política. Sin embargo, me siento orgulloso de otras contribuciones. El Gobierno basó una ley de riesgos catastróficos en una ponencia que yo elaboré tras la riada de 1956 en Valencia. P. ¿Cómo ha vivido la evolución de su ciudad? R. Yo siento mucho a Valencia, me siento muy valenciano y por lo tanto estoy muy identificado con una ciudad que ha evolucionado a mejor. La ciudad se mueve, y eso es muy positivo, aunque recuerdo con nostalgia otras cosas: yo vivía junto al barrio chino y nunca nadie me dijo o hizo algo, la seguridad era asombrosa. P. ¿Cómo valora la gestión de la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá? R. Su padre era muy amigo mio, lo que no perjudica pero tampoco favorece mi opinión sobre Rita, que está haciendo muchas cosas y muy positivas. Como las hizo en su día Ricard Pérez Casado, que impulsó proyectos muy importantes en su etapa en el Ayuntamiento. P. Antes ha dicho que se siente muy valenciano. ¿Qué opina de los nacionalismos? R. Soy partidario de un regionalismo bien entendido, de ciertos niveles de nacionalismo siempre muy respetuoso con el resto de regiones de España. Es una lástima que la existencia de Unión Valenciana no tenga demasiado sentido ahora, por eso lamento que en la Comunidad Valenciana no exista una figura como la de Jordi Pujol. No obstante, soy crítico con la actual configuración del Estado. O hacemos un Estado federal o no hacemos nada. P. 80 años le contemplan. ¿hasta cuándo en la brecha? R. Hasta que el cuerpo aguante, que espero que sea bastante más. P. ¿Cuál es el secreto de su vitalidad? R. Creo que estoy tan bien física y mentalmente porque nunca he hecho daño a nadie. Además, nunca he bebido o fumado, y desde hace años acumulo toda la faena entre semana. Nunca trabajo en sábado o domingo.

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