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Reportaje:OASIS DE AGOSTO

Empapados de zarzuela

El espectáculo de la fuente cibernética del parque Juan Carlos I congrega a miles de personas cada fin de semana

Que Madrid no se vacía en verano, como era norma hace unos años, lo sabíamos todos. Pero si queda algún escéptico, que se pase cualquier noche del mes de agosto, de jueves a domingo, por el parque Juan Carlos I. A la atracción del agua, omnipresente en el parque, se une el reclamo de la fuente cibernética, que alucina a propios y extraños cada temporada estival desde 1992, de diez y media a doce de la noche.Sobre las diez, el tráfico de coches hacia los aparcamientos del Campo de las Naciones ya es insoportable. Son miles los que vienen en vehículo particular para disfrutar del "espectáculo multimedia más impresionante del verano", como lo promociona el Ayuntamiento. Y eso que el servicio de metro hasta el Campo de las Naciones, recientemente inaugurado, ha alargado su horario sesenta minutos, hasta la una de la madrugada, todos los días que hay espectáculo.

Tras aparcar como pueden, los espectadores se dirigen hacia los potentes focos del auditorio del parque como si fueran polillas. Entre ellos hay de todo, viajeros filipinos de paso por Madrid o una familia de Málaga que viene expresamente por el show de las fuentes. "Nos han hablado muy bien de esto", comentan.

El complejo del Campo de las Naciones, con los recintos feriales y el parque Juan Carlos I, es uno de los centros estrella del municipio, que lo cuida con primor. Aunque el proyecto se llevó a cabo mientras en el Ayuntamiento gobernaba el PSOE, la inauguración oficial del parque, en mayo de 1992, ya corrió a cargo del actual equipo municipal. Desde entonces, el conjunto ha sido el ojito derecho del consistorio.

A base de millones de pesetas, más de diez mil, el municipio convirtió el secarral que separaba Hortaleza de Barajas en edificios empresariales de alta tecnología, los nuevos recintos feriales, y en un parque que es una orgía de fuentes (se puede pasear por el interior de los chorros de una de ellas), esculturas de autores nacionales y extranjeros y jardines (el más famoso, el de las Tres Culturas). Sólo se conservaron algunos olivos que recuerdan que aquello se llamaba el Olivar de la Hinojosa.

A las diez y media en punto comienzan a sonar los altavoces, se apagan las luces y la gente,unas cinco mil personas en el auditorio, empieza a aplaudir. Entre ellos hay desde familias completas a parejas solitarias.

Igual que la música amansa a las fieras, silencia a los niños. Los críos, que no paran, se quedan embobados con la mezcla de luces, agua, música y rayos láser, una especie de fuegos artificiales cibernéticos con coreografía informática del ballet de chorros de la fuente. Como el evento lo organiza el municipio, todo comienza con chotis y zarzuela ("¡Agua, azucarillos y aguardiente!", gritan los altavoces). La impronta municipal también se deja ver en el barquillero a las puertas del recinto, figura inusual en estas latitudes capitalinas.

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La música clásica, Brahms o Pachelbel, produce movimientos de inquietud en las gradas. "¡Que me duermo!", se oye por detrás. Para animar el cotarro, nada mejor que los pitufos makineros. El cambio es brusco pero efectivo, y se desatan aplausos entre la chiquillería: éxito completo. De hecho, la mayoría de los presentes repiten asistencia al espectáculo.

Saben en qué momento exacto viene el intermedio, y todos los niños bajan en tromba a ver las fuentes, que descansan durante quince minutos. Los adultos sacan los bocatas y comentan la jugada, como en el fútbol. "Venimos a menudo. Lo descubrimos el año pasado y desde entonces repetimos", comenta una familia que viene desde Aluche. "Hoy está divertido", añaden, "el otro día pusieron una música clásica lenta que nos aburrió a todos". Los programas cambian cada semana: hay cuatro espectáculos que se van alternando.

"Mix" para bailar

La segunda parte, dedicada a bandas sonoras de películas, es del gusto de toda la familia. El apoteosis viene con un mix de música rock que produce el milagro de ver a padres de familia bailando como posesos.Como fin de fiesta, sobre el agua pulverizada de la fuente central se proyecta en imágenes una alegoría municipal descendente: la Tierra, Europa, España, y, por fin, Madrid y el propio Campo de las Naciones van haciendo su aparición simbólica. Al acabar la atracción, el público se desparrama por los numerosos chiringuitos que pueblan el recinto para solaz del visitante, o simplemente pasean a la vera del lago y se detienen para alimentar a los voraces peces del parque.

A altas horas comienza a despoblarse el Juan Carlos I, con el consiguiente caos del tráfico. Y así se demuestra que en Madrid, en agosto, quien no se come un buen atasco a las dos de la madrugada es porque no quiere.

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