El Atlético de Sacchi saca nota en su primer test serio
Los rojiblancos, a base de trabajo y orden, golean por 0-4 al Chelsea
Se puede. Arrigo Sacchi demostró, sobre todo a sus futbolistas, que con su idea de fútbol es posible llegar. Y nada mejor que mensajes de este tipo cuando de lo que se trata es de pedir tiempo y paciencia a los jefes y complicidad y fe a los jugadores. El Atlético, en su primer ensayo serio de pretemporada, ante un adversario de la dimensión del Chelsea, el inminente rival del Madrid en la Supercopa de Europa, se dio un baño de autoconfianza. El 0-4 y el juego serio, ordenado y de esfuerzo a través del que se llegó a él deben servir de motor a un equipo que sigue en sus comienzos. Sacchi y su modelo salieron reforzados.El Atlético lanzó buenas vibraciones en línea descendente de atrás hacia adelante. Sobresaliente la defensa, con Molina como líbero y segurísimos Santi y Torrisi en el centro. Si necesitaba alguna prueba Sacchi de que la línea de cuatro es la que más le va a este equipo, ya la tiene. El centro del campo se mostró algo débil en la construcción, sobre todo al principio, cuando se dejaron llevar por la precipitación y la inercia del pelotazo. Luego, cuando incorporaron la pausa y el pase horizontal al manual de juego, mejoraron. Pero en lo que la línea medular estuvo inmensa, magnífica, fue en la recuperación y las ayudas. Y el ataque, muy bien en la presión y, pese a los goles, algo peor en imaginación. Con todo, Juninho, José Mari y Correa, el tridente con el que el técnico italiano ensayó ayer, se fueron creciendo con el partido. El brasileño empezó perdido, muy aislado y quieto en la banda izquierda -allí se cruzó con el Chapi Ferrer-, pero en cuanto incorporó el movimiento de un lado a otro, la sorpresa para aparecer por el lado más inesperado, encontró su fantasía innata. Es decir, en cuanto hizo caso a Sacchi.
El Atlético arrancó mal, regalando la posesión y sin demasiada coordinación para robarle la pelota al contrario. Pero esa sensación negativa se esfumó rápidamente. A los 20 minutos, el encuentro no tenía más dueño que el Atlético: seguro atrás, incansable en el centro y algo más venenoso arriba. El equipo fue de menos a más. Y ni la violencia con la que se empleó el conjunto británico -el árbitro debió entender que al tratarse de un amistoso, ninguna entrada merecía castigo; y cuando decidió enseñar sus cartulinas, castigó por igual al infractor (Wise, terrorífico, pisó a Aguilera) que al agredido- le sacó del partido. Siempre ordenado el Atlético, siempre peleón, siempre ambicioso.
El equipo funcionó como un acordeón, con las líneas muy juntas y un sentido de la solidaridad muy saludable. Hubo momentos, los mejores del Atlético, en los que el Chelsea no encontró la forma de acariciar la pelota. La presión de los rojiblancos, en esas ráfagas, era una pura aspiradora. Si alguien perdía la pelota, al momento aparecía un compañero para recuperarla. Y si no lo conseguía, un tercero surgía para que no hubiera duda de qué equipo acababa con la posesión. El centro del campo no paró de correr en todo el encuentro. Por eso, tal vez, flojeó en la elaboración. Pero su capacidad de esfuerzo fue tan encomiable como beneficiosa para el Atlético.
El montaje defensivo, en el que participan todos, desde el último delantero hasta Molina, dejó al Chelsea en blanco, sin una sola oportunidad que llevarse a la boca. Sólo al final, cuando el partido se rompìó con las expulsiones, creó dos. Nada más. El Atlético le pasó por encima. Sacchi tiene motivos para sonreir. Y sus jugadores, para creer ciegamente en su entrenador. Ayer ser vio que se puede.
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