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VERANO 98RETRATOS

Una playa para el invierno

Esta mujer está a punto de declarar clausurado el invierno. Una de las especialidades de Curra Márquez es abrigar con arte a sus clientes. Trabaja en cuatro encargos de edredones. "No sólo les van a quitar el frío, sino que les dan qué pensar". Cada uno viene con su historia: una pareja con una propuesta de palomas; otra quiere estrenar el invierno con cuatro vistas, dos sevillanas, una de Marruecos y otra de la sierra de Aracena; un tercer cliente le ha entregado a la pintora unas telas que compró en un mercadillo marroquí y demanda un edredón andalusí. El cuarto es tema libre. "A más libertad, más compromiso", dice Curra Márquez, "ya sabes: haz lo que quieras, pero ya sabes cómo es mi marido; que no sea rosa". Menos mal que es libre. Entrado este mes, Curra Márquez se convierte en la mejor cliente de Curra Márquez. Adiós a los edredones, paréntesis al frío. Se refugiará unos días en Zahora, una aldea situada junto al cabo de Trafalgar frecuentada por vaqueros, por nudistas, por ingleses que ignoran que allí el almirante Nelson alcanzó la gloria y que Trafalgar Square debe su nombre a aquélla victoria. También desembarcan pateras, muchas veces seguidas en el ritual por la patrulla de la Guardia Civil. "Es una especie de Jarama gaditano, la España de los años 50 y 60". En Zahora velará armas antes de plantar batalla a los ingleses. A mediados de agosto viajará a Inglaterra para participar en la feria del Mueble de Birmingham, donde ha asumido la decoración del stand de unos expositores sevillanos. Se considera una pintora "multiusos". "Me gustaría ser Velázquez en Las Meninas y hacer al mismo tiempo las cosas más sencillas y útiles para mi casa. Lo del arte es muy relativo. En los años 60, esas casitas de la calle Cuna te hacían vomitar y ahora tienen todo el encanto del mundo. Todo merece una segunda digestión, una segunda mirada. No se pueden juzgar las cosas en el momento en el que las estás haciendo". Su dedicación a los edredones fue fortuita. Un año, entrado el verano, quiso hacerse un homenaje. "Siempre soy la última en acostarme en mi casa. Elegí algo que me apeteciera mucho para el invierno y pensé en una playa; la decoré con palmeras, con todo ese aura mítica de la isla desierta. El edredón terminó decorando el primer restaurante art decó que hubo en Madrid; ese día estaba allí comiendo la galerista Fefa Siquier y me encargó la primera exposición de edredones de mi vida". No cree que ni el Prado ni el museo Thyssen cuelguen algún día un edredón, objeto que sí figura en el Museum Folk Art de Nueva York. Esposa de arquitecto, madre de escenógrafo, lee ahora un libro que le dedicó la académica Elena Soriano poco antes de morir y la obra de Óscar Tusquets Todo es comparable. "Dice que la mejor obra de arte son las aceitunas rellenas de anchoas". Se lleva a la playa una colección de mesas y una galería de hombres mayores elegidos al azar de revistas. "No me interesan los hombres guapos, los prefiero calvos y que emitan vida". Hombres anónimos: el anciano que fuma en pipa y pasea con su nieto por el campo; el ejecutivo calvo que lee un informe bursátil. Otros tienen nombre: Louis Malle, Erik el Belga. "Mi padre siempre decía que lo malo de los sinvergüenzas es que tienen cara de angelitos".

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