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Temores y humores

La lectura del paralelismo entre el famoso poema de Rudyard Kipling Sí, y la adaptación al momento actual, por el poeta griego Alekos Panagulis, de las condiciones para sentirse verdaderamente hombre, plantea nuevas cuestiones al respecto. En dos palabras, el poeta héroe de la resistencia en la Grecia de los coroneles, resume lo que significa, hoy en día, ser hombre: tener valor y tener dignidad. Efectivamente la libertad individual hay que ganarla, día a día, al igual que las mayores cotas de igualdad que diría Tocqueville. Cualquier superación de una discriminación representa un paso hacia una mayor democracia. Sólo el ejercicio de la libertad nos permite sentirnos hombres y felices por serlo. Cuando ello no ha sido posible, el humor ha suplido con eficacia las carencias de libertad. Hace poco el poeta Eugeni Evtushenko ha visitado nuestro país y en uno de sus poemas, musicado por Shostakóvich, expresaba este sentimiento: quisieron comprar el humor, pero el humor no se vende. Quisieron matar el humor, pero el humor les hizo burla. Pero acaso esto fuera propio de épocas, de países con ausencia de libertades formales, pero hoy y aquí nosotros no podemos dejar de ejercitar las nuestras. Sólo quien se respeta a sí mismo su ejercicio de libertad exige que se lo respeten los demás. Por el contrario en ocasiones, sonrisas complacientes sustituyen comentarios críticos. Sólo una actitud auténtica, con la sinceridad de un niño, Cioran decía sólo existe un fracaso, dejar de ser niño, permite desmontar falsedades y avanzar en la historia. Y ello no es sólo un derecho sino una exigencia de nuestra condición humana. Recientemente Aurelio Martínez escribía en estas mismas páginas un espléndido artículo con el título ¿Nunca se ha de decir lo que se siente? En este artículo cuestionaba la política de concesión de créditos por entidades públicas a proyectos y empresas de viabilidad dudosa, al tiempo que se extendía en unas reflexiones sobre la pasividad de la sociedad valenciana, ante éste y estos desatinos, como el trato dado a los profesionales. Hasta dónde llega el miedo y la compra de voluntades, se preguntaba. La pregunta no es baladí y cabría añadir algunos comentarios a su provocativa pregunta. La sociedad valenciana y el ciudadano responsable no pueden dejar de manifestar su opinión sobre los aconteceres sociales que le conciernen. Pasar de política o dejar de opinar no equivale a mantener una actitud neutral sino pasiva y la comodidad en estos casos resulta reprobable al empobrecer los proyectos. La actitud crítica, por el contrario, favorece nuestra participación, supone compromiso y mejora los resultados. Por ello ya que las decisiones de política económica no son neutras al menos debemos cuestionarlas. Debemos recuperar, como dijo hace poco en el Colegio Mayor Rector Peset Joaquín Estefanía, la política como un espacio público. Ahora, cuando el ciclo económico favorece el crecimiento, la reducción del déficit, el descenso del paro, etcétera, la situación nos invita a que realicemos un análisis del comportamiento futuro. De no hacerlo así cuando el ciclo cambie, a quién responsabilizaremos de nuestra indefinición. La entrada de España en el euro al cumplir las condiciones de convergencia, aún siendo positiva, por qué no analizar que sólo Grecia, de los 15 países miembros de la Unión Europea, no cumplía las condiciones, y otros países como Dinamarca y Reino Unido decidieron libremente, o Suecia por razones de funcionamiento de su Banco Central, no incorporarse a esta primera etapa. Por otro lado, hace unos días he podido comprobar que dos excelentes otorrinos valencianos, miembros ambos de la Sociedad Americana de Otorrinolaringología, habían encontrado sucesión en sus clínicas, uno en Madrid, Antolí-Candela, y otro en Barcelona, García-Ibáñez. Es que acaso van a ser estas ciudades las causantes de nuestro escaso reconocimiento a nuestros profesionales. La tradicional fuga de personalidades relevantes no es hora ya que cambie de signo y se invierta la tendencia. O es que por el contrario somos excedentarios y podemos desperdiciar la proximidad de sus conocimientos. J. A. Noguera de Roig decía en una reciente entrevista que muchas veces achacamos a Barcelona la causa de nuestros males. Entiendo que éste puede ser el efecto, mirar demasiado al norte, o al centro, pero efectivamente no la causa. La causa está en nosotros mismos. O nos excedemos en la autocomplacencia o no nos gustamos. Hace unos años, Vicent Ventura y Amando de Miguel tuvieron la oportunidad de polemizar públicamente sobre ambas concepciones antagónicas en unas conferencias celebradas en el Ateneo Mercantil con los títulos Región Valenciana, ¿avanza en marcha triunfal?, o en su caso País Valenciano, ¿lacrimógeno mendicante? Volviendo donde estábamos entiendo que de cualquier modo nuestro compromiso de libertad debe expresarse sobre éstas y otras cuestiones. Decir la palabra que corresponda en el sitio oportuno y no evitarla en aras de un fácil conformismo que nos hará opacos a nuestros ojos y a los de los demás. Las posibles incomodidades que pudiéramos sufrir serán las necesarias para que sencillamente podamos sentirnos bien con nuestra condición humana, como esclarecidamente han descrito tanto Kipling como Pamagulis.

Alejandro Mañes es gerente de la Fundación General Universitat de València.

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