De interés particular
A Ramón Terol, profesor de Derecho Administrativo de la Universidad de Alicante, las veleidades gubernamentales sobre deportes de interés general le suenan a disparate. En su opinión, las ligas profesionales -que en España son las de fútbol y baloncesto- deberían estar en su totalidad en manos privadas. "En nuestro país las ligas son un desastre porque hay una excesiva intervención pública", asegura. A mayor injerencia del Gobierno, menores posibilidades existen de rentabilizar lo que, a fin de cuentas, es -o debería ser- un club deportivo: un negocio. Las tesis de Terol están profusamente explicadas en Las ligas profesionales, el único estudio comparado de las ligas norteamericanas con las españolas. Publicado por la editorial Aranzadi con el patrocinio de la Fundación del Fútbol Profesional, el volumen supone la culminación de un trabajo de investigación de cuatro años, iniciado en el semestre que Terol pasó en la Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard. Su estancia como investigador visitante en el prestigioso centro académico norteamericano le permitió conocer los entresijos de las ligas profesionales de dicho país. Hockey, béisbol, baloncesto, fútbol americano. Todas tienen algo en común: están en manos de empresarios privados. En Estados Unidos nadie ve un partido de cualquiera de estos deportes si no paga por ello. El sistema pay per view (al que en España se acusó de llegar para arrebatar el derecho de las clases humildes a ver por la televisión los encuentros importantes) está aceptado desde hace años. "Es significativo el caso del baloncesto", expone Terol, "cada club tiene la exclusividad de los productos de la NBA (llaveros, camisetas, banderines) en su territorio: los Pacers en Indiana, los Lakers en Los Angeles". Es un síntoma del sentimiento norteamericano de hacer negocio en todos los ámbitos de la vida. "A España le queda mucho camino por recorrer para llegar a esta situación, pero creo que el futuro pasa por la privatización", asegura Terol. "Papá Estado lleva demasiado tiempo cuidando a su hijo, el fútbol", considera. Uno de los problemas es, según el autor del libro, la excesiva importancia que se concede al fútbol en España. Sucesos como los ocurridos en la temporada 95-96, cuando el intento de reducir a 20 el número de equipos en Primera división a costa del descenso del Sevilla y el Celta por poco causa una revuelta popular, son, a su juicio, impensables con una liga profesional privada. "Cuando estuve en Harvard, mi estancia coincidió con una huelga de jugadores de béisbol, el deporte rey en Estados Unidos. No se jugó la liga y nadie salió a la calle a pedir cabezas", relata el profesor. Otro de los obstáculos para la privatización es la Ley del Fútbol, "causante de muchas tropelías", según indica Terol. "En Europa se hace un listado de acontecimientos importantes para que puedan ser vistos por todos los espectadores, pero aquí todos los partidos son de interés general, y así no hay quien elabore una programación de pago por visión". En último término, opina Terol que la ley del fútbol no hacía falta "porque hay fútbol a todas horas". "En España hay una pasión desmedida por el fútbol que hay que saber aprovechar", apunta Terol. Faltan muchos terrenos por explotar, como el merchandising de los equipos, y muchas deficiencias que corregir. "El hecho de que una selección nacional se pueda llevar cuando quiera a un jugador por el que has pagado una fortuna parece una tomadura de pelo", señala. En el fondo, la norteamericana y la europea no son sino dos visiones distintas sobre un mismo tema. Se trata de decidir entre concebir los acontecimientos deportivos como un negocio del que se pueden extraer pingües beneficios o como un bálsamo para las masas que, como cualquier medicina excluida del medicamentazo, debe contar con la tutela del Gobierno.
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