¡Se acabó!
JUANJO GARCÍA DEL MORAL El último Mundial de fútbol de este siglo terminó el pasado domingo, tras un mes y dos días de competición. Un tiempo que ha sido de gozo para los aficionados al fútbol y de suplicio para aquellos que no lo son. Han sido 33 días de machacona presencia del fútbol en los medios de comunicación, en las charlas de café, en reuniones de amigos y en comidas familiares. Casi cinco semanas durante las cuales para muchos ciudadanos apenas ha existido otra cosa, únicamente el fútbol, que todo lo llenaba (según las encuestas, el 73% de los españoles ha visto algún partido de este campeonato y el 55% ha seguido las informaciones sobre el evento). Sólo el lunes, una vez acabado todo, muchos han podido percatarse de que durante este tiempo el mundo ha seguido girando, de que han ocurrido muchas otras cosas, unas interesantes, en ocasiones divertidas, pero también tristes, incluso atroces; sólo tras la clausura han caído en la cuenta de que, en definitiva, durante este tiempo la vida ha seguido como siempre. El gran espectáculo del fútbol ha dejado tras de sí muchas cosas: vencedores (Francia) y vencidos (Brasil), además de fracasados (España) y portentos (Holanda), en lo que respecta a las selecciones. También ha supuesto el bautizo de nuevos ídolos (Zidane) y la caída de su pedestal de otros (Ronaldo), junto a la despedida de viejos astros (Laudrup, Zubi), si nos referimos a los jugadores. Pero el Mundial deja otros recuerdos: al margen de los clásicos souvenirs -por cierto, ¿se acuerdan de Naranjito?- en forma de balones, llaveros, mecheros y demás recursos, los organizadores del campeonato celebrado en Francia han dado con un nuevo y suculento recurso: el césped del futurista Estadio de Francia será troceado, envasado y vendido a razón de tres mil pesetas por cada cubito de cinco centímetros de lado. En total saldrán 3.600.000 terrones de hierba que supondrán un beneficio potencial superior a los 10.000 millones de pesetas. Por extravagante que parezca la idea, lo más llamativo es que ya se han recibido pedidos: y el primero, claro está, de un japonés.
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