Ullrich y los demás
El ciclista alemán, ganador del Tour de 1997, tiene algo más que todos sus rivales
Se sorprendía Miguel Induráin, haciendo pasillos por el cuartel general del Tour en Dublín, de las carreras, agobios y empujones que precedieron la llegada de Jan Ullrich al trámite propagandístico del reconocimiento médico. Veía diferente el asunto el navarro desde el otro lado. Los tumultos que él armaba aún no han sido superados, pero el joven alemán (24 años), frío y distante, lleva camino de ello. Lleva camino de ganar su segundo Tour consecutivo, por lo menos. Tan claro se ve el pronóstico en la oscura Dublín, que ya no se puede hablar de un Tour abierto, de una baraja de pretendientes. Se habla de Ullrich, y luego de los demás.Hubo este año unos meses de duda, la famosa temporada del Ullrich gordo y los rumores sobre su bulimia y su desaforado gusto por las chocolatinas Kit-Kat. 12 kilos había cogido en Navidades, decían hasta los cautos. Su Tour está en peligro, se empeñaron en añadir los moralistas. Fueron meses, los finales de invierno y los primeros primaverales, teatrales y polémicos. Sabios y entendidos disertaron sobre los problemas que afrontaba, contaban los kilos de más y los días de menos hasta la llegada del Tour. Los prebostes de la carrera francesa se lanzaron a la arena y denunciaron que su actitud era "impresentable". Se revivió la pasada historia de si era lícito que el mejor ciclista sólo corriera un mes al año. Mientras, sus previsibles rivales (los derrotados del 97: Virenque, Pantani, Olano; los de siempre: Zülle, Riis; ninguno nuevo), se dejaban ver a su manera. Virenque, Riis y Olano, en la sombra. Pantani, ganando el Giro; Zülle, en la luz de su fracaso italiano. Todos, pensando en el Tour. Se llegó también a la conclusión pasada, la de siempre: el ciclismo es el Tour, le duela a quien le duela, y el resto, relleno de calendario. Y Ullrich es el hombre-Tour de esta época.
Llegó a Dublín (hoy, los 5,6 kilómetros del prólogo; los franceses Moreau y Jalabert, favoritos; Boardman, no tanto; Ullrich, Olano, Zülle y Riis, entre los 10 primeros). Se presentó ante la prensa y la gente le preguntó por su corte de pelo (espectacular: los parietales cortados al uno, el coco un poco más largo y peinado hacia delante). "Me lo corté ayer", respondió en alemán (sólo habla en alemán). "Es para estar más fresco". No se le preguntó por el peso porque se veía a la legua: fino (73 kilos dicen sus mentores del Telekom, su peso ideal, el mismo que al comenzar el pasado Tour). Se le preguntó por su estado de forma. "El último test que he hecho ha deparado unos resultados satisfactorios, estoy casi como el año pasado". Suficiente. No hay dudas. Su sola presencia, su aplomo, son su mejor traje Tour. Y así vestido, que se aparten los demás. Como una marea que se había extendido por toda Europa había ido creciendo las últimas semanas la noticia: Ullrich está de vuelta para ganar. Ni siquiera ha necesitado de ninguna victoria para hacer su cartel. La marea ha desbordado.
Luego están los demás. Los incompletos: Ullrich domina en las contrarreloj y no pierde tiempo en la montaña (incluso, si lo necesita, lo saca), mentalmente es el más fuerte, y sabe ganar el Tour; todos sus rivales tienen algún déficit. Bjarne Riis, su compañero de equipo (el Telekom se permite el lujo de alinear a los dos únicos ganadores de Tour participantes), llegó a la sala de prensa como un huracán seguro y confiado. "Estoy aquí para ganar", dijo el viejo danés (34 años), regente en el 96, en cuatro idiomas (francés, italiano, inglés y alemán, y porque no le preguntaron en danés). "En 1997 estuve enfermo, pero este año siento que estoy en forma para ganar el Tour. Es mi objetivo". En teoría podría (es de los completos, tiene perfil Tour), pero también tiene déficits: mientras Ullrich, el joven, sólo tiene margen de progresión, Riis, el viejo, sólo lo tiene de regresión. Oficialmente sus caminos (ascendente y descendente) se cruzaron subiendo el Envalira 97, pero oficiosamente aquel hecho tuvo lugar en la última contrarreloj del Tour 96. Hasta se puede decir que Ullrich no ganó aquel Tour por respeto a su líder.
Alex Zülle (Festina) también es aparentemente completo. Aparentemente es el único que puede estar a la altura de Ullrich en todos los terrenos, si no fuera por el factor mental. Hasta su cohabitación con Richard Virenque podría favorecerle: sin capacidad para ser líder, la tranquilidad de correr a la sombra de la mascota francesa puede ser su punto fuerte.
Escaladores puros (Marco Pantani, Virenque), penalizados por la presencia de una contrarreloj de 58 kilómetros antes de los Pirineos. En la montaña será su lucha para tapar sus pérdidas. Y dos contrarrelojistas que nunca subirán como los escaladores, Olano y Jalabert. El Tour de la calculadora: cuánto saco en las contrarreloj, cuánto pierdo en la montaña. Sumar, restar, y a por el podio. Porque como dice Induráin (cuatro veces a cuatro cadenas alemanas): "Ullrich, por encima de todos; luego están Virenque, Pantani, Zülle y Olano".
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