Libertad a caballo
"Cuando una persona que vive en una silla de ruedas es capaz de dar los primeros pasos a caballo cambia su perspectiva del mundo. Las cuatro patas del caballo le dan libertad". Un grupo de ocho personas que sufren discapacidades físicas, psíquicas y sensoriales, participa desde el pasado martes en la primera experiencia de Escoleta Hípica -así la han bautizado sus organizadores- que se realiza en la comarca de la Marina Alta. El principal objetivo de esta iniciativa, que ha impulsado la Asociación de Amigos del Minusválido (Aademi) de Xàbia, reside en proporcionar libertad a quienes "están limitados por cualquier tipo de minusvalía". Llevar a la práctica la idea de organizar clases de equitación para discapacitados sólo ha sido posible después de que, como ha comentado el presidente de Aademi, José Ramón Armell, "sus familiares superaran el miedo inicial a una actividad que por novedosa puede al principio levantar reticencias, pero que está totalmente recomendada por médicos y terapeutas". "Desde que se planteó por vez primera hasta convencer a los familiares y conseguir que se apuntara este pequeño grupo, ha pasado un año", precisa Armell, quien para poner en marcha esta Escoleta Hípica se ha fijado en el ejemplo del Reino Unido. De hecho, Armell recuerda que las clases de equitación para personas que padecen minusvalías se realizan en ese país desde los años cincuenta. "A partir de 1964 los ocho grupos que entonces había se constituyeron en asociación y, en 1989, ya eran un total de 680 los grupos de hípica que atendían a más de 23.000 discapacitados". En España, señala Armell, la primera escuela de equitación para minusválidos se estableció en Málaga. "El movimiento, la movilidad del caballo, se transmite inconscientemente al discapacitado y le da libertad". Para el presidente de Aademi, la equitación, por una parte, acrecienta la autoestima y la confianza de los minusválidos y, por otra, contribuye a mitigar sus molestias físicas, porque mejora el estado general de salud. "Esta actividad disminuye la dependencia que tienen de los demás, propicia una vida más activa y satisfactoria y abre nuevos horizontes al aliviar de manera natural e inconsciente las dolencias derivadas de la discapacidad", añade. Además, sirve para corregir problemas de equilibrio y refuerza "la seguridad en uno mismo". "Cuando dan sus primeros pasos montados en un caballo, son conscientes de que han conseguido un objetivo importante y nuevo para ellos, y eso les permite mirar el mundo con otros ojos, desde otra perspectiva", dice Armell. La primera clase, para las ocho personas que participan en la Escoleta Hípica, fue todo un descubrimiento. No es frecuente que un discapacitado practique la equitación y, sin embargo, la experiencia les ofrece una nueva libertad. Al principio, se desenvolvían con titubeos y un cierto temor sobre el caballo. Luego aferraban con decisión las bridas, asimilaban los movimientos del animal y hacían de él una prolongación de su anatomía. Poco a poco, lo que era temor se trocaba en creciente entusiasmo. Las clases de equitación se desarrollarán durante cinco semanas, luego se interrumpirán hasta que finalice el verano. A pesar de que se trata de una primera experiencia, Armell subraya que la iniciativa nace con el propósito de consolidarse y de que la escoleta funcione durante todo el año. Para ello, confía en que se disuelva ese "miedo inicial" de los familiares de los discapacitados. En su organización también ha colaborado el Centro Hípico de Xàbia. De hecho, las clases las imparte el propietario de las instalaciones, José Olmedo, junto a expertos en la enseñanza de equitación a discapacitados y monitores de Aademi. Esta entidad, muy activa, también ha organizado talleres de música y cursos de informática.
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