Un equipo invertebrado

La perplejidad era dominante en los círculos periodísticos argentinos tras la eliminación frente a Holanda. No era la sensación de estupor que genera una derrota inesperada. Todos estaban de acuerdo en la abrumadora superioridad de los holandeses. O quizá habría que mirarlo desde el otro lado, desde la inferioridad de un equipo sin definir, que no responde a la mayoría de los viejos códigos argentinos, que es la representación última de la podredumbre que se empezó a generar en el periodo de Bilardo.Mientras reinó Maradona, todos los debates eran posibles, porque Maradona tenía la virtud de estar por encima de cualquier posición dialéctica. Argentina ganó el Mundial del 86 y el éxito autorizó un modelo, el bilardista, que resultó nefasto para un país que ha perdido sus señas de identidad futbolísticas. La severidad del conflicto se ha apreciado en este Mundial, en medio de una crisis que de ninguna manera afecta a otras potencias. Italia, por ejemplo, puede mantener infinitamente su perversa idea del fútbol. Juegan mal porque así lo han elegido. No hay debate posible. Parece mentira que un país tan católico produzca un fútbol con tan poco complejo de culpa.
El fútbol argentino no tiene ese punto de cinismo, de ahí el desgarro que le ha producido su eliminación en la Copa del Mundo. A su selección no la sostenían ni los jugadores -de una mediocridad evidente en líneas generales-, ni un estilo, ni una idea, ni la voz ancestral de la historia. Sin Maradona se ha visto a un equipo que representa el peor de los males: la indefinición absoluta. ¿A qué ha jugado Argentina? No se sabe. ¿Qué pretendía ofrecer? Tampoco se sabe. ¿Qué rasgos la han definido? Ninguno.
La falta de identidad ha resultado letal, precisamente porque hasta la llegada de Bilardo había un cierto acuerdo sobre lo básico. En los mejores y en los peores momentos, Argentina era fiel a un modo de interpretar el fútbol. Había una cierta vertebración que iba más allá de tal o cual opinión. Bilardo comenzó un proceso de alejamiento con la historia que se tradujo en un derrumbe ideológico. Pero con Maradona todo valía, sin reparar que debajo de su gigantesca figura se estaba produciendo una crisis irreversible.
¿Qué dejó Bilardo para el futuro? Nada, un fútbol enfermo, oportunista y chato, incapaz de renovarse. La devastación se advierte ahora, en esta selección que representa el estado actual del fútbol argentino: desvertebrado e intrascendente. Un equipo que no dijo nada porque no tenía nada que decir.
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