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Reportaje:

La peligrosa deriva de la Barcelona metropolitana

Milagros Pérez Oliva

Barcelona y su área metropolitana se encuentran en una difícil encrucijada: decidir qué modelo de crecimiento va a prevalecer en los próximos años. Se trata de un debate que los urbanistas consideran esencial con vistas a las próximas elecciones autonómicas, porque si no se interviene de inmediato, la tendencia de los últimos años indica que el modelo que se impondrá, irreversiblemente, es el de una gran metrópoli difusa, muy extendida sobre el territorio y ecológicamente insostenible: lo peor del modelo que representa la caótica, agresiva y segmentada conurbación de Los Ángeles. En los cincos años que van de 1991 a 1996, la superficie del área metropolitana de Barcelona ha crecido en 56%, entendiendo por área metropolitana las sucesivas agregaciones de municipios en los que más del 15% de la población ocupada se desplaza a otra población del área para trabajar. La población, mientras tanto, ha crecido sólo un 4,5% y ha continuado el éxodo del centro hacia la periferia, según los estudios efectuados por el Centro de Política del Suelo de la Universidad Politécnica de Cataluña, que dirige Josep Roca. En el mismo periodo, las cinco ciudades que componen la comarca del Barcelonès han perdido 108.000 puestos de trabajo, pero la pérdida global en la Región I ha sido de 62.297, lo cual significa que, aparte del efecto de la crisis económica, se está produciendo también un desplazamiento de la actividad hacia la segunda y la tercera corona metropolitana. Trabajar fuera del municipio El análisis del padrón de 1996 revela también un significativo aumento de población ocupada que trabaja fuera del municipio. Hace algo más de una década lo normal era que entre el 80% y el 90% de los empleados trabajaran en el propio municipio. Se considera que cuando esta proporción cae por debajo del 50%, el modelo urbano plantea serios problemas de sostenibilidad. Pues bien, en el conjunto de la región metropolitana de Barcelona, el 44,98% de la población ocupada trabaja fuera de su municipio, cuando en 1991 era el 38,14%. Y eso teniendo en cuenta que la región incluye la ciudad de Barcelona, que por su dimensión tiene una mayor proporción de población ocupada en el propio término. "En los últimos años la región de Barcelona ha sufrido un doble proceso: la extensión del área metropolitana sobre el territorio y la dispersión de la población y la actividad en la propia área", resume Oriol Nel.lo, director del Instituto de Estudios Metropolitanos. Un temor cada vez más acusado está invadiendo los despachos de muchos urbanistas, y ese mismo temor se ha expresado en un taller organizado por el Centro de Cultura Contemporánea sobre escenarios de futuro para la ciudad de Barcelona y su entorno. Los 26 expertos que participaron llegaron a una conclusión clara y unánime: "El principal problema de la región metropolitana de Barcelona es el modelo de desarrollo urbano actual: el de la ciudad difusa". Un modelo que, llevado al extremo, es "funcionalmente inviable, ecológicamente insostenible y socialmente insolidario". El modelo de conurbación difusa tiende a la máxima ocupación del suelo, que es invadido por urbanizaciones e industrias sin contar con los servicios necesarios para cubrir adecuadamente las necesidades, y exacerba una movilidad fuertemente dependiente del transporte privado, lo cual plantea la necesidad de construir una red cada vez mayor de autopistas y autovías que a su vez potencian la tendencia a la dispersión y acentúan la desvertebración del territorio. Si en estos cinco años de crisis económica se ha impuesto con tanta claridad este modelo, ¿qué no ocurrirá a partir de ahora, en una fase de fuerte expansión? El Plan Territorial de Cataluña tiene contabilizadas 30.000 hectáreas programadas como suelo urbanizable, lo cual significa que se podría urbanizar cada año una superficie equivalente al Eixample de Barcelona durante los próximos 30. Si la presión por urbanizar ha sido tan importante con una ley del suelo más bien restrictiva, ¿que no ocurrirá a partir de ahora, con una nueva ley del suelo promovida por el PP que introduce grandes facilidades para urbanizar espacios no programados? La mayor presión urbanizadora se producirá, obviamente, en el área metropolitana de Barcelona, y ya comienzan a aparecer signos de que se está iniciando un nuevo boom inmobiliario. ¿Hay que dejar que la dinámica económica imponga su lógica y continúe la presión urbanizadora sobre el territorio que queda libre, o hay que intervenir? La opinión de los expertos es unánime: hay que intervenir. Y sin demora. "Si se ha dado este proceso de difusión es porque no se ha intervenido suficiente. Estas tendencias pueden corregirse mediante el planeamiento urbanístico y la política de infraestructuras", indica Oriol Nel.lo. En opinión de Josep Roca, catedrático de Valoraciones de la Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona, "el problema es que en estos momentos el planeamiento se basa en una lógica municipal que no tiene en cuenta la globalidad. Cada municipio trata de crear viviendas y atraer industrias, y urbaniza el suelo en función de sus propios intereses. La Generalitat trata de controlar, a través de la Dirección General de Urbanismo, el conjunto del planeamiento, pero éste es incapaz de superar esta dinámica". Sin instrumentos Mientras eso ocurre, el Plan Territorial Metropolitano encargado por la Generalitat a Albert Serratosa, que debía dar respuesta a esta problemática, está siguiendo un interminable y costosísimo embarazo. Tras casi 10 años de gestación y 1.712 millones gastados, nadie sabe a estas alturas si el nasciturus sigue vivo o está ya asfixiado. "Los instrumentos de intervención urbanística que tenemos son insuficientes para contemplar una dinámica global", añade Josep Roca. "Incluso el Plan Territorial Metropolitano puede quedar ya obsoleto porque incluye siete comarcas, cuando el 50% de la superficie del área está ya fuera de ese perímetro". "Se está haciendo un planeamiento que fomenta la dispersión sin tener en cuenta sus costes", afirma Ole Thorson, experto en transporte. "Un plan que no prevea una reserva económica para garantizar transporte público es insostenible", añade. Para Oriol Nel.lo, no se trata de volver al modelo de metrópoli de los años setenta, sino de crear una ciudad de ciudades. Para ello,debería impedirse la construcción de viviendas o industrias entre los municipios y agrupar todos los crecimientos, de forma ordenada, en torno a los actuales núcleos urbanos.

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