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Tribuna:ISLA DE LOBOS
Tribuna
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La pluma del político

EL ARREBATO. José Bono acaba de escribir un libro de urgencia con el príncipe Felipe y su visita a Castilla-La Mancha como línea argumental. Si el hijo del Rey no hubiera ido a la tierra del Quijote, que preside Bono, a bañarse en multitudes, posiblemente Bono no tendría aún constancia de que el actual heredero no es como los de antes: que se ha currado la Universidad y ha refinado mucho el sentido del humor de los Borbones. Eso al menos se desprende de este arrebato de fervor del improvisado cronista de Su Alteza. De haber atendido antes a su amigo Álvaro Gil-Robles, Bono hubiera sabido desde hace tiempo que a don Juan Carlos le ha salido listo el chico. Hasta Haro Tecglen, que seguramente lo ha observado con su elegante reojo republicano, sabe que el Príncipe no es un problema para esta monarquía.LA SUSTITUCIÓN. Un buen día, no sé si porque lo quiso Cándido o Miguel Ángel Aguilar, o ambos a la vez, fuimos invitados a comer con el Príncipe en la Asociación de Periodistas Europeos una docena de colegas, más o menos. Cada uno le preguntó lo que quiso y él no se abstuvo de preguntarnos a nosotros. Tanto sus preguntas como sus respuestas revelaban las inquietudes de un hombre de su edad, con la experiencia añadida de su especial situación, pero muy atento a la precisión en la palabra y con claro desenfado. Francisco Giménez Alemán, que dirige ahora Abc y entonces no, le preguntó por la institución monárquica. Esa respuesta es de suponer que la tenía bien aprendida, y explicó, entre otras cosas, que la Corona cumplía una excelente función de arbitraje. Luego añadió sin cortarse un pelo: "Mientras la cumpla, bien, y si no, se la sustituye por otra institución y ya está. El humor afloró enseguida cuando nos pidió, sonriendo: "Eso sí, espero que ustedes me avisen a tiempo".

EL DOBLETE. Siempre me ha sorprendido que los gestores políticos tengan horas para meterse en el trabajo de los libros, que tanto obsesiona, y ya se sabe que las obsesiones ocupan más que el hecho material de escribir. Pero Joaquín Leguina demostró con cierto éxito la compatibilidad de la creación literaria con la actividad política, y Fernando Morán lleva toda una vida no sólo escribiendo relatos, sino analizando la piel de la literatura. Algo de literario ha tenido el enfrentamiento de ambos en las primarias del PSOE a la alcaldía de Madrid. Hasta es posible que el hecho de que sean escritores los dos contribuyera a encender más el fuego de la confrontación: las vanidades y los nervios que han aflorado no parecían sólo políticos. Estaba yo fuera de Madrid durante el proceso, pero no me extrañaría que algunos de sus afines, en el fragor de la expresión de las preferencias políticas, se hubieran empeñado en confrontar también las habilidades literarias del uno y del otro. Vicente Molina Foix lo hizo en este diario y asestó así a Leguina un golpe más en su derrota, tal vez el más duro para él. A Pedro Silva, retirado de la política para consagrarse a la literatura, lo he imaginado estos días observando a su familia socialista con esa mirada irónica que a veces le posee el rostro.

DISTINTO EJEMPLO. No sé si esa mirada alcanzaría a Bono -un hombre pegado a un teléfono, al viaje, y soñando con una carrera política, si duerme-, pero Bono es sólo un escritor ocasional, modesto reportero en este caso, o, si se quiere, fragmentario biógrafo real. No tendría tiempo para más: es el protagonista de una campaña electoral permanente. Y si esa posición de quien no pierde de vista la urna en toda la legislatura le otorga un carácter populista innegable, también hay que reconocerle el mérito de quien tiene en cuenta la confianza que el ciudadano le da y la cultiva sin olvidos: se conoce su tierra palmo a palmo. Su mucho protagonismo no hay que atribuirlo necesariamente al afán de ser el muerto en el entierro y el niño en el bautizo, sino a esa solidaridad desmadrada que lo lleva a no callarse nunca. Cuando Borrell era ministro protagonizaron un enfrentamiento que reveló que los dos se querían mucho a sí mismos. Borrell hace todo lo posible por quitarse de encima el sambenito de narciso, y a Bono, si se le dice que lo es, lo niega. En las fotografías de este libro sobre el Príncipe aparece en 16 ocasiones. Eso quiere decir tal vez que su repentino fervor monárquico pudo haberle llevado en realidad a escribir un libro sobre José Bono. ¿Dónde habrá oído él que ésa es la mejor manera de escribir sobre los otros?

POSDATA.Para un ejercicio de ficción: ¿Qué habrá pasado esta semana en Barajas que no suceda en otros aeropuertos del mundo? Nada, presidente, nada. Sonreí y fuime.

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