La pasión del hincha
... Era Italia, en uno de esos trenes que te llevan de un partido a otro, cuando conocí a un uruguayo inolvidable: ni entrenador, ni periodista: hincha. Lo había dejado todo para estar un mes viendo fútbol porque era la pasión de su vida y "se vive una sola vez". Mi fugaz amigo uruguayo se llama Carlos Lorenzo y gritaba gol con toda su alma cada vez que veía marcar a Chiggia, por televisión el gol que le dio a Uruguay el Mundial de 50: " De pronto lo veo seis veces en una tarde y las seis lo grito como un loco". Era de la estirpe de Mario, que en España 82 vivía envuelto en una bandera de Argentina. Tenía algo más de 50 años y me confesó que había vendido su casa para poder estar en el Mundial. "¿ Y cuando vuelvas?", le pregunté. " No sé", dijo. "Pero lo que estoy viviendo de aquí no me lo saca nadie", mientras que con el dedo se golpeaba la cabeza. Hacer del fútbol es un profesión tiene el defecto de convertir a la hinchada en una gran abstracción. Un monstruo de 100.000 cabezas con un pensamiento único (¿Les suena?). En estos días recuperé el punto de vista del hincha y me acordé de estos tipos singulares para los que el fútbol es una aventura y la memoria cosa seria. Aunque sólo sea por tipo así merece la pena intentar jugar bien. Lo siento por el monstruo de pensamiento único. Mentira, no lo siento.... Me ponen nerviosos los jugadores que se marcan solos. Uno escucha a los que miran muy profundo decir de algunos futbolistas " juegan muy bien sin balón". ¿Qué es eso?. Yo encuentro que hay demasiados que hacen lo contrario de lo que deben: moverse para disimular sus virtudes y descubrir sus defectos. Miro a Guivarch frente a Italia salir a buscar balones de adentro hacia afuera para recibir de espaldas al arco, con la marca encima y aplastado contra la raya de banda. Si por remota casualidad recibe la pelota, se acuerda que no tiene habilidad para salir del problema que él mismo se buscó.
... El tiempo es italiano. Juegan a no equivocarse para aprovechar el error, la distracción o la ingenuidad del rival. Con el transcurso del partido y la llegada del cansancio, cometer el error, la distracción o la ingenuidad es más fácil. El cansancio, además, le pesa más al que tuvo la iniciativa. A los que viven al acecho les sobra la paciencia.... Si el tiempo pasa y no hay solución a la italiana llegan los penaltis. Es una historia que se debe resolver con otro artículo que empezaría así: la suerte es italiana... Pero no siempre.
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