Un pase que ya dejó patentado en el Barça
Fue una acción magnífica, de las mejores que ha dejado el Mundial, pero no nueva. Michael Laudrup ya la dejó patentada hace seis años, cuando jugaba en el Barcelona y coincidió con Romario en un encuentro ante Osasuna. Entonces miró, en un gesto muy suyo, justamente al lado contrario hacia donde ya tenía decidido enviar el pase, clavó el exterior del pie debajo de la pelota y lo levantó acto seguido, logrando que el balón dibujara en su viaje un globo perfecto por encima de la defensa rival y fuera a juntarse exactamente con el compañero que había iniciado el desmarque. Como el destinatario en aquella inolvidable noche de Pamplona era Romario, la jugada quedó enmarcada con una vaselina sublime. Ayer, el receptor era Sand y aunque su resolución no tuvo tanta plástica, sí la misma efectividad: se quitó a un defensor con un toque de cabeza y fusiló con la derecha. 3-0. Rufai, por una vez, no tenía culpa de nada. La responsabilidad recaía en su mayor parte en el ingenio de Michael Laudrup, un tipo de quien cada vez más cuesta aceptar su irreversible y próximo adiós. El mago de los pases imposibles.
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