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Llega un leninista

Antonio Elorza

La previsible designación de Francisco Frutos como secretario general del PCE supone el cierre de un ciclo histórico. En efecto, estamos ante el mismo Paco Frutos que hace veinte años, en el IX Congreso del partido, fuera el portavoz de la oposición a los eurocomunistas que, por dictado de Santiago Carrillo, aprobaron la supresión del leninismo como seña de identidad ideológica de la organización. En enero de 1981, Frutos, el "obrero honesto", según la definición de Gregorio Morán, ascendió a la secretaría general del PSUC, como resultado de la victoria sobre el eurocomunismo en el V Congreso del partido catalán de una efímera coalición de prosoviéticos y leninistas. Deshecha ésta con la derrota del adversario, el enfrentamiento con los prosoviéticos le permitió continuar su carrera política, una vez recuperado el poder por los euros, pero en Madrid, a modo de retiro discreto, desde el cual reconquista protagonismo como hombre de organización, a favor de la desertización que sufre el vértice del PCE.Con Anguita, Frutos es el número dos, y ahora llega al uno, según el esquema bicéfalo por ensayar respecto de Izquierda Unida. Pero no olvida su Cataluña natal, y por eso su última actuación política de relieve ha consistido en impulsar, con los restos de prosoviéticos y leninistas de nuevo reunidos, la formación de una Izquierda Unida alternativa, dirigida a dinamitar la preexistente Iniciativa per Catalunya. Los hilos conductores de su trayectoria política están ahí: afirmación de la intransigencia comunista frente a todo riesgo de reformismo, tenacidad para destruir a cualquier precio a aquellos que lo encarnan. En las formas es un político áspero y de discurso agresivo, pero dotado de la suficiente astucia para rehuir el debate frente a frente cuando piensa que puede perderlo. Es así como tomó posición frente al eurocomunismo en el V Congreso del PSUC: él no lo rechazaba, pero creía que no debía discutirse por suponer un factor de división interna y lo que contaba era lograr "un contenido de clase, un contenido de izquierdas, un contenido comunista". Así salió ello. Y ahí sigue Frutos.

El hoy olvidado eurocomunismo representaba un ensayo de convertir definitivamente a los partidos comunistas en fuerzas democráticas de izquierda, no simplemente en partidos comunistas que actúan en un marco democrático, pero con un fin último externo a la democracia y que, por ello, tiende inevitablemente a una estrategia de desbordamiento de la misma. Tenemos bien cerca el último ejemplo en el comportamiento del PCE-IU ante la cuestión de las 35 horas: los sindicatos proponen una vía de presión y negociación, y ya tenemos a los comunistas en la calle promoviendo la movilización. O los demás les siguen o ya tienen materia para seguir su permanente campaña de desgaste contra la dirección de Comisiones. En su defensa del leninismo en 1978, Frutos destacaba la centralidad de "la concepción leninista de las alianzas", consistente en "aislar al enemigo principal". En los últimos años ha sabido ponerla en práctica con notable éxito en las operaciones quirúrgicas de extirpación del reformismo, léase de las tentaciones de llevar a IU hacia la unidad de acción con el PSOE. Eliminó el riesgo de una Nueva Izquierda organizada como partido dentro de IU, arrojándola hacia las tinieblas exteriores para que allí diese pruebas de su inevitable debilidad. Arruinó la frágil experiencia unitaria en Galicia, y ahora cumple su sentencia de invalidación del otro experimento de sentido unitario en Cataluña. No importa. Ahora quizá, para salvar las propias naves, abandone su condición de "organizador de derrotas" y designe como adversario principal al PP y busque como salvavidas la unidad de la izquierda, olvidando los destrozos hasta ahora causados. Y los que sigue causando, por ejemplo, la rama vasca de IU. Para evitar dislates anteriores, y los Gobiernos minoritarios del PP, basta con un compromiso de solidaridad democrática que concentre el voto en el grupo de izquierda mayoritario. Este "obrero honesto", ahora al frente del PCE, no ofrece hasta hoy garantía alguna para contribuir al fortalecimiento de una izquierda democrática.

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