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Tribuna
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El único que no despega

Raúl observa de lejos el triunfo de la nueva generación de futbolistas

Santiago Segurola

Durante su irresistible ascensión en el Real Madrid, Raúl nunca dejó escapar sus oportunidades. Siempre ha tenido eso que los ingleses denominan timing y que no es otra cosa que el sentido del aprovechamiento en el momento justo. A los 17 años acabó con el mito de Butragueño; con 18 se estableció como la estrella emergente del fútbol español; con 19 fue el mejor de la Liga; con 20 ocupó el quinto puesto en la votación efectuada por la FIFA para designar al mejor jugador del mundo. Sus rivales no eran cualquier cosa: Ronaldo, Roberto Carlos, Zidane y Bergkamp.En la escala jerárquica, Raúl adelantaba a Del Piero, Salas, Mijatovic, Rivaldo, Figo o Weah, por citar a gente reconocida. Apenas seis meses después, Raúl ha perdido pie frente a la competencia. Y este Mundial parece que añade más material en su desprestigio.

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¿Se puede exigir a un muchacho que esta semana cumple 21 años la responsabilidad de los consagrados? Desde luego que sí. Nadie puede considerarse estrella sin aceptar la carga de los grandes desafíos. Este Mundial es dinamita para Raúl porque es el torneo de la renovación generacional. Los grandes protagonistas de la edición anterior fueron futbolistas que entraban en su última recta: Romario, Bebeto, Baggio, Stoichkov, Hagi. Hasta el Maradona terminal -34 años, con sobrepeso, con problemas de adicción a las drogas, sacudido por la inestabilidad- mantuvo su categoría estelar. ¿Recuerdan su partido frente a Nigeria?

Francia 98 ha acabado con la vieja guardia. Es la hora de los jóvenes, o de jugadores sin experiencia en anteriores Copas del Mundo. La hora, en fin, de los potenciales Raúles que pululaban por el fútbol internacional. Y todos han estado a la altura de su prestigio, o lo han acrecentado. Todos menos Raúl, si consideramos que Kluivert es un problema en sí mismo desde hace dos años. Ronaldo (21 años), Salas (23), Vieri (23), Henry (20), Scholes (22). Todos tienen en común su juventud y el protagonismo en el Mundial. Y se puede incluir a Del Piero (22), cuya breve participación en el partido frente a Camerún tuvo el efecto de un flash. Entró a jugar y todo cambió. Se podía extender la leva de novedades hasta Zidane, que también disputa su primera Copa del Mundo. A ninguno le ha faltado timing.

Se puede argumentar con razón que Raúl es víctima del deficiente juego de España, pero los grandes jugadores están destinados a elevarse sobre la mediocridad y, si es necesario, rescatar a su equipo. Así ha ocurrido desde que Pelé condujo con 17 años a la victoria de Brasil en el Mundial de 1958. De lo contrario, podremos inventar palabras para calificar a tal o cual jugador. Pero estrella, no.

Raúl juega mal desde hace demasiados meses. Se le concede el beneficio de la duda por el recuerdo de sus espléndidas temporadas en el Real Madrid. Pero su papel cada día está más devaluado, sometido a demasiados factores de distracción. Comienza a parecer un futbolista atormentado, incapaz de controlar las numerosas tensiones que se abaten sobre él. Desde los problemas físicos a su dificultad para manejar el peso de la fama. Caracterizado hasta hace poco por una ambición descomunal que le ayudaba a vencer algunas deficiencias futbolísticas evidentes, Raúl parece aturdido dentro y fuera del campo, donde le ha dado por actuar con una falta de maneras que revela su grado de confusión.

Todos estos factores se trasladan al terreno futbolístico. Hay una distancia sideral entre lo que imagina con la pelota y lo que consigue concretar, como si fuera víctima de una extraña regresión. Le falta velocidad, le falta potencia, se equivoca en sus decisiones, se angustia por la dificultad para realizar lo que antes le resultaba tan sencillo. Si a este deterioro se añade el empeño de los entrenadores por sacarle fuera de su biotopo natural (el área), Raúl se convierte en un jugador normalísimo, en el futbolista que observa de lejos el espectacular despegue de la generación que domina la Copa del Mundo.

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