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Los "hooligans" abren el debate político

A grandes males, grandes remedios. En una campaña sin precedentes, el primer ministro británico, Tony Blair, llevó la candente cuestión de los hooligans a la Cámara de los Comunes horas después de descubrir que no todos los hooligans involucrados en la batalla de Marsella son, como erróneamente se pensaba, una mera pandilla de pendencieros sin educación ni trabajo. Las investigaciones de los incidentes que enturbian el torneo en Francia revelan, por ejemplo, que entre los hooligans arrestados figuran un miembro de la Royal Air Force, un ingeniero y un empleado de correos. Todo un abanico del establishment."Es hora de tomar acciones enérgicas", proclamó Blair haciéndose eco de la avalancha de indignación y condena. En un raro gesto de unidad, la oposición conservadora se sumó a la iniciativa del Gobierno laborista. Pero existe una polémica excepción: el controvertido parlamentario e historiador tory Alan Clark extrajo vivas expresiones de asombro nacional saliendo intempestivamente en defensa de los hooligans, a quienes identificó como elementos incomprendidos e injustamente vilipendiados representantes del "espíritu marcial inglés". Clark lamenta que los hooligans "no tengan voz propia", que sean víctimas de "prejuicios" y que se les compare "con la policía militar serbia". Describir a los hooligans como una pandilla de borrachos xenófobos, concluyó, "es una gran difamación".

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William Hague, el líder conservador, se apresuró a distanciarse de su polémico correligionario. "Las opiniones de Clark no son las del partido, del público ni de la mayoría de los hinchas decentes unidos por el disgusto frente a las acciones de esos matones en Francia", declaró el portavoz tory.

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