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Desplome de España

Clemente se ofusca con una alineación muy cuestionable y Nigeria remonta en el segundo tiempo

Santiago Segurola

Había indicios preocupantes: la artificiosa tensión generada por Clemente en la víspera del partido, los síntomas de ansiedad del entrenador y sus asombrosas dudas en la víspera del Mundial. Este escenario previo al partido con Nigeria se concretó en Nantes, donde el equipo español hizo todo lo posible por perder. Y perdió. Fue un desplome que comenzó por una alineación con varios jugadores mal encajados -la media estuvo integrada por dos centrales que hace siglos que no aparecen como centrocampistas- y que terminó de forma caótica, con Iván Campo de lateral derecho, con Hierro y Nadal regresando al centro de la defensa y sin un delantero centro al uso, es decir, con Luis Enrique.El clima de confusión generado por Clemente, o su temor apenas disimulado, o su deseo constante de originalidad, condujo al equipo a una situación de inestabilidad que afectó incluso a los más veteranos. Zubizarreta cometió un error gravísimo, cuando España ganaba y se esperaba el clásico ejercicio de enfriamiento. No fue así. Zubizarreta introdujo la pelota en su portería en un remate intrascendente de Lawal y en ese instante se produjo un desplome monumental. Un equipo que sólo había recibido una media de 0,7 goles por encuentros en la era Clemente, permitió tres goles a los nigerianos, que jugaron bastante mal pero aprovecharon las concesiones de la selección española.

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Lo mejor para cualquier equipo es que los jugadores ocupen su lugar natural. Esta cuestión tan simple ayuda mucho en el fútbol. Uno nace defensa y muere defensa. Si uno es delantero centro, lo será toda su vida, aunque los entrenadores se empeñen en lo contrario. Clemente no lo entiende así. Preso de viejas polémicas, se obliga más de la cuenta a tomar decisiones muy cuestionables. Hierro, por ejemplo. Este futbolista extraordinario sólo ha ganado Ligas en el Madrid cuando ha actuado como central. Con Toshack, con Valdano y con Capello. Es un dato irrefutable al que se añade otra cuestión: Hierro no juega en el medio desde hace cuatro temporadas. Se diría que está un poco oxidado para retomar los apuntes. Y no digamos Nadal, del que apenas nadie recuerda que un día fue interior derecha en el Mallorca. Aquello fue en la noche de los tiempos. Pues bien, en su deseo de blindar al equipo con la máxima densidad posible de centrales, Clemente metió a cuatro: dos en su sitio -Alkorta e Iván Campo- y dos fuera de su biotopo natural: Hierro y Nadal.

En cada alineación, los entrenadores envían un mensaje. Clemente envió uno frustrante. En la configuración de ese equipo había demasiado miedo. El aparatoso arranque de España, con un remate al palo de Raúl y otro que fue desviado por Rufai, fue más efectista que real. Nigeria, que nunca recordó al poderoso equipo que ganó los Juegos Olímpicos, se recuperó pronto y conquistó el medio campo, donde España cometió un error capital: se partió por el eje.

A la inconsistencia de Hierro y Nadal se añadió la tendencia natural de Raúl y Luis Enrique a entroncarse en la delantera junto a Alfonso y Kiko. De allí nacieron multitud de problemas: el equipo fracturado y largo, con los delanteros jugando de espaldas, sin un circuito en el centro del campo. Pero marcó Hierro en un tiro libre y pareció que España había regresado a su estado habitual. Mal fútbol y un buen resultado.

No fue así. En el minuto siguiente, la defensa española tapó muy mal un saque de córner y Mutiu cabeceó con una comodidad impensable. Tantos centrales para nada. Nigeria comenzó a jugar de forma discontinua, sin demasiada vertebración, aunque había una cierta naturalidad en su juego. En el equipo español se hizo tan visible el fracaso de Nadal que Clemente le ubicó en el centro de la defensa en el segundo tiempo. Pero esta decisión se acompañó de otra que produjo estupor. Iván Campo se trasladó al lateral derecho. En realidad, Iván Campo había sido víctima de su condición de debutante en el primer tiempo. Y también patinó como lateral.

El segundo tiempo generó mejores expectativas en el arranque. Aunque con la colaboración de la defensa nigeriana, que no achicó, y del portero, que no se adelantó cuatro pasos, el excelente gol de Raúl se interpretó como un signo de seguridad en la victoria de España

Se antojaba difícil que un equipo de expertos defensas comprometiera el resultado. Pero el monumental error de Zubizarreta tuvo un efecto devastador.

España se descosió y Nigeria aprovechó su momento con un remate estupendo de Oliseh. Entonces se apreció en toda su magnitud la cadena de desastres en el equipo. En su ofuscación, Clemente tomó una serie de decisiones a cual más cuestionable. Casi nadie terminó en el lugar que comenzó. Y más inaudito: comenzaron mal colocados y terminaron peor situados. Es hora de decir lo básico: 1) Raúl tiene que jugar lo más cerca posible de la portería, porque en el costado izquierdo se obliga a funciones para las que no sirve; 2) Luis Enrique alcanza su mayor valor en el caos, es decir sin apenas obligaciones tácticas, en ese espacio apenas definido que ocupa en el Barcelona como media punta; 3) Nadal, Hierro, Iván Campo y Alkorta son centrales y si juegan los cuatro hay una descompensación excesiva; 4) Alfonso y Kiko prosiguen en su deficiente estado fútbolístico de los dos últimos meses; 5) el primer trabajo del seleccionador es mantener un criterio y no contribuir a la confusión; 6) qué nostalgia provoca la ausencia de Guardiola.

En esta situación, España comienza el Mundial con una derrota y con demasiadas cuestiones pendientes. Pero tampoco es tiempo para el pesimismo. La historia de los Mundiales es larga en equipos que han asumido sus errores, han aprendido de ellos y han remontado el vuelo.

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