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Un equipo atormentado

Nigeria llega al primer partido después de una turbulenta concentración

Sumando una larga serie de condicionantes, Nigeria colecciona todos los números para el descalabro. Un jugador -Ikpeba- se enfrenta con algunos de sus compañeros; un grupo de seleccionados se amotina contra el entrenador, Bora Milutinovic; el estado físico del equipo es deficiente después de que algunos jugadores prolongaran hasta 10 días una semana de descanso que les había concedido el seleccionador; el equipo vive inmerso en un desconcierto táctico originado por la existencia de cinco entrenadores en cuatro años; los partidos amistosos previos al Mundial se han contado por derrotas; y, finalmente, Sani Abacha, el dictador de Nigeria que mimaba cada día a los Aguilas Verdes, murió a principios de semana cuando un grupo de jugadores trataba de convencerle para que destituyera a Milutinovic.El técnico serbio, sin embargo, se pone su piel de cocodrilo y apela al carácter lúdico del evento: "Adoro esta profesión. Llevo 223 partidos en el banquillo. Este es mi cuarto Mundial consecutivo y sólo quiero disfrutar de la fiesta del Mundial".

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El cóctel de imponderables no le quita a Nigeria el cartel de temible. Tiene futbolistas extraordinarios, como Okocha, que combina un toque delicado con un aspecto estrafalario: su pelo rojizo lo lleva a juego con las botas. Su juego, por contra, despierta dudas en Milutinovic, que lo considera indisciplinado.

Quizá por ello Okocha, de 24 años, se encuentre en la discreta Liga turca: el Fenerbahce. La lista nigeriana de rutilantes nombres es larga (Kanu-lejos de su mejor forma-, Babangida, Finidi o Taribo West), pero también lo es la de futbolistas menores que no jugarían jamás en la Primera División española (Iroha, por ejemplo, ni siquiera fue titular la pasada campaña en el Elche, que descendió a Segunda B). En consecuencia, "tenemos buenos jugadores, pero otra cosa es tener un buen equipo: no hemos tenido tiempo", sentencia Milutinovic.

Visto de cerca, Nigeria impresiona por su envergadura física, cierto, pero en absoluto por su calidad técnica, que ofrece grandes lagunas. Milutinovic, además, tiene serios problemas en la portería, donde ha probado a cuatro guardametas en los partidos previos y no ha encontrado ninguno de su gusto: ni siquiera el portero del Deportivo Rufai, príncipe de una tribu, y titular esta tarde ante España.

Milutinovic trata de desdramatizar el encuentro ante España ("vamos a divertirnos y a bailar", dice), pero sabe que se juega definitivamente el puesto. Una parte importante del vestuario, comandada por el delantero Amokachi, trata de desprederse de él, mientras que tan sólo el punta del Mónaco Ikpeba ha salido en su defensa al recriminar a aquellos de sus compañeros que alargaron por su cuenta su periodo de vacaciones.

El técnico serbio, acusado de tacticista y defensivo, se ha plegado, para medirse a España, a las exigencias de algunos de estos futbolistas, que quieren jugar con más libertad. Por ahí entraría en el grupo de partida la creatividad en el eje del campo de Okocha.

Comparados con los de la selección española, los entrenamientos de Nigeria son rudimentarios. Se trata de ejercicios de gran sencillez con los que Milutinovic trata de aclarar el maremágnum táctico de una selección sometida a los cambios de cinco entrenadores en estos cuatro años que han separado el Mundial de Estados Unidos del de Francia. Preocupado por la fragilidad defensiva, el técnico serbio ha trabajado machaconamente durante la semana la línea de zagueros, con un ejercicio predominante: centros a la olla desde los extremos y despejes sin contemplaciones de los dos centrales, primero, y de los dos laterales, a continuación. Eso es todo. El balón, como sea, fuera de las cercanías de Rufai, no importa de qué manera se saque.

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