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Al asalto del poder

España comienza el Mundial frente a Nigeria en medio de un clima de máxima confianza

Santiago Segurola

Por primera vez en la larga historia de los Mundiales, España ocupa un lugar a la altura de su formidables tradición futbolística. Es el momento de acabar con el desajuste entre el prestigio de nuestros equipos en Europa y el papel irrelevante que ha desempeñado la selección en la Copa del Mundo. El cuarto puesto en 1950 es una minucia para un país que compite en todos los órdenes con los mejores del mundo. Si España es una potencia planetaria en una amplísima baraja de deportes, resulta inconsecuente su decepcionante prestación en el torneo más prestigioso del fútbol.Ha llegado el momento de acabar con el victimismo histórico de la selección. Hubo otros Mundiales donde se reunieron jugadores magníficos, pero nunca se tocó la tecla conveniente. Alrededor del equipo español se ha producido una falta de armonía inexplicable. Así ha sido desde la noche de los tiempos, ante la perplejidad de una nación que no acaba de explicarse las sucesivas frustraciones que se han padecido. Quizá la selección nunca ha tenido un carácter prioritario en nuestro fútbol, de un abierto carácter tribal. Mientras Brasil, Italia, Alemania o Argentina tienen a su selección como el primer club nacional, España ha sido refractaria a este sentimiento.

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No se cambia la historia futbolística de un país en cuatro años. No se abandona el tribalismo, ni desaparece la tentación fatalista, ni se olvidan los complejos con respecto a las grandes potencias. Sin embargo, algo se mueve en el fútbol español y no puede pasar inadvertido. Si la vertebración de un equipo se produce a través de una suma de pequeños éxitos y de un sentimiento voluntarista, nuestro fútbol está obligado a situación de inter pares con la rancia aristocracia que domina la Copa del Mundo.

Hay datos objetivos. Todas las categorías inferiores de la selección han conseguido triunfos indiscutibles en los últimos años. De abajo a arriba, los sub 16, sub 18 y sub 21 han ganado el Campeonato de Europa en esta década. El equipo olímpico conquistó la medalla de oro en los Juegos de Barcelona. Es decir, la pirámide del éxito está construida. Sólo queda el vértice representado por el equipo que acude al Mundial 98.

Todo este momento de esplendor coincide también con un periodo de gran interés: la ley Bosman ha cambiado el panorama del fútbol, con un efecto imprevisto en el fútbol español. Cuando se suponía que el quebrante iba a ser irreperable, asistimos a la irrupción de una gran generación de jóvenes. Quizá de forma inconsciente se ha generado una reacción de corte nacionalista entre nuestros jugadores, agraviados en sus equipos y ahora valorados en las diferentes selecciones. Esta respuesta es decisiva para acabar con la tradición fragmentaria del fútbol en España.

Parece que la selección tiene en estos tiempos el carácter aglutinante que le faltaba. La cohesión es notabilísima y el debate no existe, fuera del artificial conflicto que se ha provocado en las últimas horas. Pero eso tiene que ver con el carácter del seleccionador y con la tensión que procura el arranque de la Copa del Mundo.

Nunca como ahora ha habido un clima tan apacible alrededor del equipo, nunca se han reunido tres generaciones completísimas de futbolistas, nunca se ha dispuesto de tantos recursos donde importa: frente al gol. Todo resulta esperanzador en la víspera del primer partido. Es el momento de aprovechar este viento de cola.

La primera andanada del Mundial ayuda al optimismo. Brasil e Italia tienen la historia de su lado, pero no parecen inalcanzables. La impresión es que los españoles saben que están ante una oportunidad única. Ellos transmiten optimismo y no parece forzado. Así debe ser: la única manera de asaltar el poder es desde la convicción.

España hará bien en abandonar sus viejos fantasmas desde el principio. Nigeria es una selección prestigiosa. Sucedió a España en el palmarés olímpico y cuenta con jugadores sobresalientes, casi todos baqueteados en los principales campeonatos europeos. Pero algo ha cambiado desde el sorteo del Mundial. Hace seis meses se temía a los nigerianos más de lo razonable, ahora se afronta el partido con responsabilidad pero sin complejos de ningún tipo.

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