Blatter, mano derecha de Havelange, elegido nuevo presidente de la FIFA
Cuando el próximo 12 de julio Joâo Havelange entregue al presidente francés, Jacques Chirac, la Copa del Mundo para que éste se la haga llegar al capitán de la selección ganadora, los hagiógrafos del brasileño que ha regido con puño de hierro y alma de dictador la FIFA en los últimos 24 años proclamarán que ha rendido su último servicio al fútbol. Pero el último servicio, Havelange no lo rendirá al fútbol. Su última gran obra la cumplió ayer, y en beneficio propio, con la votación que eligió a su brazo derecho y mano ejecutora en los últimos 18 años, Sepp Blatter, nuevo presidente de la FIFA.
Sepp Blatter, un suizo de 62 años, se convirtió ayer en el 8º presidente en los 94 años de historia del máximo organismo futbolístico mundial. Su victoria sobre el otro candidato, el sueco y presidente de la UEFA, Lennart Johansson, fue tan clara (111 votos contra 80) que, aunque no logró los dos tercios de los 191 votantes que se exigían en la primera ronda, forzó a su adversario a retirarse antes de la segunda.La amplitud de la victoria, sorprendente sólo para los ingenuos que creían en la igualdad de ambos candidatos ante una asamblea tan cerrada en sí misma como es un congreso de la FIFA, demuestra lo complicado que es arrancar el poder a quien maneja a la perfección, y desde el poder mismo, los resortes que lo sustentan. Dado que ambos candidatos, pese al altruismo formal de sus programas, más hechos de declaraciones universales que de contenido real, no han podido evitar la percepción externa de que no eran más que dos perros luchando por el mismo hueso, tampoco han podido evitar que en la pelea, el botín (una FIFA que en los últimos años se ha convertido en máquina de hacer dinero) haya ido a parar a aquél que contaba con los colmillos más afilados y más acostumbrado estaba a la lucha sin cuartel.
En sus 18 años en la secretaría general de la FIFA, puesto en el que Blatter, un periodista dedicado a tareas de relaciones públicas, sucedió a su suegro, el nuevo presidente del organismo desarrolló todo su sentido innato y agudo de diplomático, su don de gentes de persona que habla con fluidez cinco idiomas. Su penúltima maniobra fue desesperar a Johansson y retrasar el anuncio de su candidatura hasta el día límite para no verse obligado a abandonar la secretaría general (el sitio ideal para hacer campaña) antes de tiempo. La última, asociarse a Michel Platini (la cabeza visible de Francia 98), lograr el apoyo francés y con él toda su capacidad de influencia en grandes zonas de África. El mejor jugador francés de la historia le servirá también para fortalecer su imagen populista y ecuménica, alejada del eurocentrismo con que etiquetó a Johansson.
El sueco, sin embargo, confiaba en sus fuerzas. La noche del domingo se acostó pensando que contaba con 100 votos, lo que le habría dado la victoria. Europa, gracias a su presidencia de la UEFA, y África serían sus baluartes. Ayer, sin embargo, se mostraba contrariado por el abandono del feudo africano, que consideraba seguro gracias al apoyo del camerunés Issa Hayatou, presidente de una confederación que contaba con tantos votos (51) como Europa. Sus acusaciones de corrupción hacia Havelange se quedaron, en su conferencia de prensa, en "especulaciones a las que él como candidato derrotado no podía entregarse". "Pero la prensa sí puede especular en ese sentido", recalcó.
Blatter, el rey de las evasivas, tampoco se regodeó en su triunfo. Se diluyó en un comité ejecutivo de 24 miembros (una jaula de grillos con johanssonistas y blatteristas, del que también forma parte desde ayer el presidente de la federación española, Ángel María Villar) que será, anunció, quien tome la decisión más espinosa que le aguarda al nuevo presidente, la concesión del Mundial 2006 por el que compiten, entre otros, Alemania (la gran baza de Johansson), Inglaterra (que por reacción apoyó a Blatter) y Suráfrica, que contó con el demagógico apoyo de todos.
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