De paso
Lucrecia Auditorio Municipal. Torrent. 5 de junio de 1998
Si la tradición es un punto de partida, la fusión es un lugar de paso. Lucrecia, que en su primer viaje a Valencia hace ya casi cinco años, andaba poniendo su firma incendiaria a los sonidos tradicionales de su Cuba natal, regresa ahora con los argumentos del mestizaje que refleja su álbum Pronósticos. Es decir, adornando guarachas, boleros, sones o guaguancós con solos de saxo de corte jazzístico, pulsaciones de bajo con aire jamaicano, o teclados juguetones trufados de pop. En realidad, lo mismo que los alumnos más aventajados de Elio Revé o Chucho Valdés, por citar dos directores y arreglistas relevantes de la isla, han comenzado a hacer en los últimos años. Nada más lógico cuando los más veteranos soneros cubanos han salido de sus ostracismo internacional y mostrado por doquier los maravillosos tesoros que la tradición isleña guarda y cultiva en su seno. Para artistas como Lucrecia, se trata de marcar la diferencia e inscribir en las partituras de siempre el signo de los tiempos. Pero la diferencia real de esta cantante afincada en Barcelona pivota, más que sobre los adornos, sobre la fuerza y sensualidad de su canto, sobre la magia de su interpretación personal. En ese sentido, daba igual que cantara boleros como Dos Gardenias y Sabor a mí, indefectiblemente culminados en clave de rumba, o pelotazos bailables como La Cigüeña y Un carro, una casa y una buena mujer, un guiño a los balseros donde la huella instrumental de los Van Van era palpable. Su voz penetra y seduce en todo momento, aunque la fusión instrumental no siempre está a la altura de su poderío vocal. Poco importa si sólo es una estación de paso hacia un nuevo estilo, una nueva Lucrecia que promete ser la Celia Cruz del 2000.
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