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Errante multicolor

"En las poquísimas ocasiones que recibo una tarjeta de invitación para un acto oficial de los gobernantes, dice que debo llevar traje oscuro. O se equivocaron de puerta o se olvidaron que soy multicolor y estoy orgullosa de serlo". Rigoberta Menchú (Chimel, Guatemala, 1959), dice que no es nada fácil ser autodidacta, indígena y Premio Nobel. "Ya ser mujer es difícil, pero ser mujer indígena es doblemente difícil", afirmó ayer en Valencia, durante la presentación de su libro Rigoberta: La nieta de los mayas, editado por EL PAÍS-Aguilar. Lo dice porque ni casa tenía cuando le concedieron el galardón, en 1992: "Yo era una errante; vivía de convento en convento y no tenía título universitario. Tuve que exiliar la medalla y el pergamino [están en México], que llevaré a Guatemala cuando construyamos un lugar donde nadie me los robe, porque son patrimonio nacional". La nieta de los mayas, "embajadora de buena voluntad de la Unesco", sueña con una Guatemala en paz en la que quede lugar para la autodeterminación y en la pronta adopción de una Convención Internacional sobre los derechos de los Pueblos Indígenas. "No encontrarán en este libro los nombres de los generales genocidas que masacraron los pueblos, porque los obvié. Ojalá sus nietos rectifiquen", dice; porque no le sirve de nada odiar. Cuenta que hace unos años estuvo, sin saberlo, con las mujeres que entregaron a su madre a los militares: "Si lo sé antes, voy con prejuicios. Agradezco haberlas encontrado con total inocencia, porque no tuve ocasión de sentir coraje". El 9 de septiembre de 1979 , su hermano menor fue secuestrado y asesinado por el Ejército; el 31 de enero de 1981 su padre fue quemado vivo junto con otros 29 ocupantes de la Embajada de España y a los pocos meses su madre moría torturada, gracias a aquel chivatazo. "Como que nos rodea la muerte últimamente", dice ahora que ha perdido a su bebé y a una cuñada, ambos de muerte natural. "¡Qué ingrato!", se lamenta, sin perder su tremenda sonrisa de optimismo y frotándose las manos ante el plato de jamón español que le ofrecen sus anfitriones. Con la ayuda de Samuel Ruiz, obispo de Chiapas, aprendió a leer y a escribir en español durante su exilio, pero ahora le encantaría reescribir su libro en la lengua quiché. "Ojalá los indígenas del futuro puedan escribir y sus escritos no queden olvidados como meros panfletos", comenta. Y es que se ha propuesto, con la ayuda del premio, universalizar el pensamiento indígena y rescatar la ciencia maya. Hoy que se cumplen 40 días del asesinato de monseñor Girardi, cuenta Menchú que los guatemaltecos se han propuesto depositar cada uno una llave metálica, para construir un monumento a las víctimas: "La muerte de monseñor hay que verla como la finalización de un pasado negro y doloroso. No sé cuánto tiempo nos llevará levantar el monumento, pero servirá para cerrar un pasado terrible de dolor y muerte". Tras la presentación del libro, el ex ministro del Interior Antoni Asunción hizo un llamamiento a la cooperación internacional y dijo que el perdón "sin justicia, no es posible".

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