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Tribuna:EL FUTURO DE LA IZQUIERDA
Tribuna
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Efectos y defectos de las izquierdas

Ahora, a finales del siglo XX, asistimos a un veloz proceso de redefinición y recomposición de la pluralidad de las izquierdas. Va obviamente en paralelo al proceso de cambio tecnológico, productivo, cultural; en síntesis, de civilización. Se trata de algo fluido, contradictorio, abierto y de resultados imprevisibles. Y para comprenderlo hace falta ser capaz de separar lo que es real, o sea, las cualidades, las necesidades y los defectos de la izquierda de lo que es sólo aparente, o sea, sus efectos mediáticos, a sabiendas de que éstos también influyen en la realidad.Veamos, por ejemplo, lo ocurrido con el efecto Borrell. Fijémonos en la secuencia de escenas que se han producido en general y en particular en el campo del PSOE: hace unos meses, la imagen de la entrada en prisión de los condenados en el juicio sobre Filesa; después, semanas de presencia potente del proceso de primarias para elegir candidato; luego, el efecto sorpresa del triunfo del candidato no propuesto por la dirección; después, la desilusión por su aparente derrota en el llamado debate sobre el estado de la Nación; a continuación, las aventuras de los acuerdos PSOE-PDNI en la Comunidad de Madrid, las disensiones entre dirigentes tratadas en el nuevo pacto Almunia-Borrell, el buen resultado del último barómetro del CIS. Cada secuencia barre a la anterior y puede desviar el centro de atención del ciudadano espectador sobre los problemas reales del país y las políticas que cada uno propugna, creando posiblemente desasosiego o confusión. Ahora, por ejemplo, se dispone de candidatos (algunos incluso se autoproponen), pero faltan análisis políticos y propuestas.

La realidad política española nos muestra unas derechas muy bien conjuntadas, profundizando sus políticas de liberalismo a ultranza, como la de regresividad fiscal, sin muchos miramientos sobre el resurgimiento de determinados apuntes autoritarios. Frente a ellas las izquierdas corremos el riesgo de estar permanentemente instaladas en los discursos endogámicos, olvidándonos de la renovación ideológica, dilapidando incluso en parte el capital que se pueda haber generado con alguno de los fenómenos anteriormente citados en su proyección mediática.

En el ámbito del PSOE, de nuevo en sus últimos avatares, se nota el enorme condicionante del liderazgo anterior de Felipe González. Almunia le sucedió con una valiente formulación sobre la "causa común", y Borrell ilusionó con su inesperada victoria. Pero parece como si costase tomar con valentía y generosidad decisiones que signifiquen una auténtica superación de determinadas dinámicas del pasado. En este sentido, por ejemplo, el proceso Marey será una prueba de credibilidad si, dejando la tarea del esclarecimiento de los hechos a la justicia, ubicamos en el ámbito de la política la exigencia de una transparente explicación sobre el significado de los GAL y asumiendo todos que aquello fue una trágica chapuza que aún alimentó más al terrorismo.

En el ámbito de la cúpula dirigente de IU, por más apelaciones oportunistas que se hagan al diálogo, falta voluntad de rectificación (palabra, por cierto, muy practicada por algunos de ellos). Aún no se ha dicho nada sobre los errores garrafales del pasado: los destrozos sectarios causados en su propio espacio; los ataques a los sindicatos; la ilusa creencia de que frente al PP sólo cabía una izquierda, IU; los extraños acuerdos que llevaron a salvar al Gobierno del PP de derrotas parlamentarias, o la insistencia de que eran igual derecha el PSOE que el PP. Y ambas formaciones de izquierdas, PSOE e IU, fueron corresponsables de la instalación de Gobiernos conservadores en ayuntamientos y comunidades autónomas.

Recordemos que, por suerte, hay millones de personas de izquierdas más allá de las fronteras orgánicas del PSOE, IU, PDNI, BNG, IC, ERC, EU-EG, etcétera. Y que éstas creo que anhelarían otras políticas a partir de las articulaciones de las izquierdas. Saquemos conclusiones de las lecciones de lo que ocurrió en Galicia. Nuestro público potencial, hablando en aquellos términos mediáticos citados, desea participar animado por el diálogo, los argumentos y las propuestas y, también, por los acuerdos electorales que sirvan para ganar elecciones.

Hace falta diálogo en todas direcciones y sin apriorismos. Si IU, pongamos por caso, insiste en "programa, id., id.", es evidente que no desea diálogo. En Francia, el PSF y el PCF dialogaron, acordaron y ganaron a partir de cuatro folios de declaración de intenciones.

Se requieren propuestas, denominadores comunes, sobre la democracia, la transparencia y la honestidad y sobre los derechos de la ciudadanía (también para la mal llamada extranjería), sobre la democratización de la economía, sobre la progresividad fiscal, sobre las nuevas fracturas sociales y la solidaridad, sobre las garantías para la igualdad de oportunidades, sobre las pautas de civilización medioambiental, sobre un modelo plurinacional y federal plenamente inscrito en Europa.

Son legítimas múltiples fórmulas de acuerdo pre y/o postelectoral. En cada territorio y situación se debe buscar la más efectiva, la que más articule. Se trata de sumar. Por lo tanto, son estériles las maniobras dirigidas a sucursalizar(se), o a diluir, o a comerse el espacio del otro, porque entonces no se sumará.

Pongámosle incluso ciertas dósis de imaginación atrevida a la reflexión: dada la hoy vigente fórmula electoral mayoritaria para las elecciones del Senado, creo que debemos presentar listas conjuntas de todas las izquierdas propuganando una Cámara Alta federal plurinacional. Igualmente, propongo acordar una gran candidatura europea, en favor de la democratización y de la cohesión social para la UE con la participación de todas las izquierdas políticas, sociales y ecológicas, cada una con su personalidad.

Rafael Ribó es presidente de Iniciativa per Catalunya.

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