El circo
JOSEP TORRENT Las primarias, que comenzaron siendo la resurrección y la vida del PSOE, amenazan con convertirse en un oficio de difuntos en el que una charanga de músicos sordos interpreta el Réquiem de Mozart. La renuncia de Carmen Alborch a enlodarse en la ciénaga donde chapotean los más conspicuos miembros del aparato socialista de la ciudad de Valencia fue algo más que una señal de alarma, un trompetazo de que la supuesta renovación iniciada en el congreso de la Politécnica era pura filfa. Un cuento con el que nos embaucaron a algunos ingenuos. Un mero ariete retórico para derribar a todo aquello que oliera a lermismo, con independencia de su capacidad o valía. El nuevo orden surgido de aquellas convulsas jornadas del mes de julio sólo ha servido para pronunciar floridos discursos, mimetizados de Tony Blair, y poco más. Los comportamientos y la (in)acción política siguen siendo idénticos a los que se pretendían sustituir. Las propuestas ideológicas (¿?) y la renovación de la izquierda brillan por su ausencia. El esperpento en que han devenido las primarias, las municipales y las autonómicas, han puesto en evidencia la ausencia de liderazgo moral y político en el seno del socialismo valenciano y la conversión de la organización del partido en un mercado persa. Algún día no muy lejano habrá que contar la trastienda de todo este proceso en la que han quedado arrumbados principios, proclamas, convicciones e ideas a cambio de votos, firmas y apoyos. Es verdad que en política nada es gratis y que el que algo quiere, algo le cuesta; pero los travestismos de algunos personajes resultan sonrojantes, como las calculadas inhibiciones de quienes hipócritamente pretenderán permanecer puros y castos para que no quedar salpicados por las pellas de barro. Con semejante panorama no sería de extrañar que la participación de la militancia en estas primarias sea sensiblemente inferior a la que se registró cuando la elección entre Almunia y Borrell. Porque mal está que el experimento del PSOE se convierta en un circo, pero que sólo destaquen los payasos es insufrible.
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