Las tentaciones de EL PAÍS
Está como cuando dejó de fumar. "Y yo fumaba negro, no cualquier cosa". Pedro José Suárez, 45 años, está padeciendo las secuelas de un síndrome de abstinencia de muy difícil solución: ha roto sus relaciones comerciales con Joselito. Hay que decir que Joselito es el quiosquero que desde 1983 hasta la semana pasada le reservaba a Suárez su ejemplar de EL PAÍS. Este trianero, que trabaja de mecánico-fresador en Construcciones Aeronáuticas y es licenciado en Historia, lleva una semana sin comprar su periódico y la verdad es que no se halla. "Sigo una doble terapia: hablo mucho con mi familia y leo en italiano a Dino Buzatti". Son 6.000 días de una historia de amor, de celos, de fidelidad que empezó un tórrido día de agosto. No recuerda qué le enganchó a este periódico en ese mes que se llevó a Buñuel, a Bergamín y a Bobby Deglané, que le dio a Ángel Nieto su duodécimo campeonato del mundo de motociclismo, que trajo a Julio Iglesias de gira por España y a Claudio Sánchez Albornoz de vuelta del exilio. Los políticos se iban de vacaciones, el Papa a Lourdes y el País Vasco era sacudido por las inundaciones. Ese verano conoció a Joselito, le dio los buenos días y compró por primera vez un ejemplar de EL PAÍS. "Primero empecé a recortar cosas del periódico, pero un buen día empecé a guardarlo". La colección empezó a engordar. Se mudaron y decidió que una de las habitaciones serviría de hemeroteca doméstica. "Al principio era un disfrute, pero terminó convirtiéndose en un problema. No cabían en la habitación. Mi mujer no decía nada, pero cuando las mujeres callan es peor". Expuso el problema a algunos amigos y tomó una decisión: donaría toda la colección al Ayuntamiento de San Juan de Aznalfarache, donde vive. El propio alcalde, Isidro González, de Izquierda Unida, participó con Pedro José, con su mujer y con cuatro operarios municipales en la evacuación de los periódicos que a duras penas entraron en un camión. Con ellos, la biblioteca pública Mateo Alemán ha creado una hemeroteca. "Ya le informé a Joselito de la decisión y se llevó un palo tremendo". El lector de EL PAÍS vive con tres mujeres: Carmela, su madre; Cecilia, su mujer; Irene, su hija, 18 años, estudiante de primero de Farmacia. "Mi días preferidos del periódico son el lunes, por los deportes, y los sábados, por el Babelia. Mi hija devora el Tentaciones; a mi mujer le señalo yo los artículos más interesantes; en cuanto a mi madre, le entretiene el dominical y se lee todo lo que salga de Triana". Todos los años solicita el índice del periódico, tiene el libro de estilo. "Lo tengo y lo uso". La única sección que se salta es la de pasatiempos. "El periódico es sagrado. No se corta, no se mancha, no se escribe en él. Por eso no hago crucigramas". Siempre lo abre por la misma página: "El rinconcillo de los premios literarios. En la misma página viene la primitiva y te quedan muy cerca los deportes, es decir, el Betis". La habitación de los periódicos ya tiene nuevo dueño. "Será para mi mujer, que da clases de Biología y no tenía sitio ni para corregir los exámenes". Es una fórmula de reconciliación. "El tema de El PAÍS era muy fuerte en mi casa. No sé si llamarle celos. El periódico me ha dado muchas satisfacciones". Pedro José -"cuando mis amigos me quieren chinchar me llaman Pedro Jota"- queda con Manuela Nieto, la bibliotecaria, para ordenar este maremágnum de periódicos. 16 años de historia hecha papel y tinta, desde el 12-1 a Malta hasta la séptima Copa de Europa del Madrid. "Si no te importa, hasta el año que el Betis volvió a la UEFA. Yo no soy objetivo ni con EL PAÍS ni con el Betis".
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