"El exceso de fútbol es peligroso"
Se ha acostumbrado al asedio y se empeña en mantener una normalidad imposible. Un año después del anuncio de su sonora boda con la infanta Cristina, Iñaki Urdangarín intenta ser uno más en la concentración del equipo nacional ante el Europeo en Italia, del 29 de mayo al 7 de junio. A pesar de los saludos y autógrafos por doquier, parece muy concentrado en el balonmano y juega mejor que nunca. Le preocupa que la pasión por el fútbol perjudique a los deportes minoritarios: la prensa consolida un círculo vicioso que alguien debería romper.Todo indica que lo lleva muy bien. Sus dos escoltas trabajan con suma discreción, sus compañeros en el Barcelona y en la selección le tratan igual que antes, y el seleccionador, Juan de Dios Román, le ve en un momento excelente. A la rutina del equipo -desa-yuno, paseo, estiramientos, carreras, gimnasia, balneario, almuerzo, control de orina, siesta, entrenamiento con balón y cena- añade incontables sonrisas a niños, mujeres y hombres de toda condición, sus estudios (4º de Empresariales) y un libro: Sopa de pollo para el alma. En la cancha, ni un mal gesto ni una protesta al árbitro. Ahora debe cuidar mucho su imagen pero, en realidad, él siempre fue así.
Pregunta. ¿Podría pensarse que si todos los deportistas de élite estuvieran casados con una infanta las canchas serían una balsa de aceite?
Respuesta. Va con el carácter de la persona. Nunca he sido agresivo ni he exteriorizado mis sentimientos, y mi comportamiento no ha cambiado por estar casado con quien estoy. De las protestas se encarga el capitán, pero es igual de importante que haya gente más tranquila porque calma los ánimos.
P. Usted es la antítesis de los deportistas procedentes de la antigua Yugoslavia, que se distinguen por su astucia y por actuar al borde del reglamento.
R. Eso es muy bueno para ellos. La escuela yugoslava, con la agresividad al límite de lo permitido en el juego y en las protestas, ha propiciado que equipos con claras carencias técnicas hayan obtenido grandes éxitos. Un caso muy claro es el del Badel Zagreb, nuestro adversario en la final de Copa de Europa. Jugaron muy bien sus bazas, esa habilidad que les distingue, para obligarnos a rendir al máximo.
P. Usted dice que cambia de chip al saltar a la pista, pero eso no es fácil en su caso.
R. No hay una varita mágica para conseguirlo, pero la experiencia es fundamental. Si mi actual situación me llega a los 22 años quizá no la hubiera superado. Pero tengo 30, y llevo 12 en la División de Honor. Estoy muy acostumbrado a saltar a la pista, calentar y jugar sea donde sea y pase lo que pase a mi alrededor. Sin embargo, cuando sabes que todo el mundo te está mirando tienes que estar muchísimo más concentrado.
P. Además, el subconsciente sigue trabajando.
R. Exacto. A veces empiezo a calentar y noto que hay cuatro o cinco fotógrafos disparándome, y gente que me llama. Entonces paro, espero a que terminen y vuelvo a empezar con más ahínco para estar a tope cuando suene el pitido inicial. Sé que puedo hacerlo, aunque la presión del entorno sea enorme, y me convenzo de ello.
P. Tal vez por eso su rendimiento es cada vez mejor.
R. A todo se acostumbra uno. Se rumoreó que iba a dejar el balonmano, que no podía aguantar la presión, pero ahí está mi temporada, incluso mejor que las anteriores a pesar de las lesiones. Por otro lado, la prensa no deportiva ya tiene todas mis fotos y saben todo lo que hago. El asedio ha bajado.
P. A pesar del factor Urdangarín, de las medallas y de los títulos, el balonmano no termina de cuajar.
R. Hay más público, pero los clubes y la federación deberían aunar fuerzas. Por otro lado, la inyección de los patrocinadores y los medios de comunicación aún es insuficiente para que podamos competir con la Liga alemana. Las máximas audiencias son del fútbol; no importa que el partido sea bueno o malo, todo se vende. Eso perjudica a los demás deportes.
P. Los rectores de la prensa dicen que dan lo que la gente pide.
R. El fútbol produce espectáculo y siempre ha sido una pasión nacional. Pero las grandes inversiones para crear la Liga de las estrellas y los consecuentes intereses económicos hacen que los medios machaquen al ciudadano con fútbol a todas horas. Eso produce un círculo vicioso y un aumento de la adicción. Creo que el exceso de fútbol es peligroso porque perjudica a la cultura deportiva de un país que, paradójicamente, ahora tiene muchos deportistas de élite.
P. ¿Y cuál es la solución?
R. Que alguien se arriesgue a cubrir bien los otros deportes, los que supuestamente no venden, a sumar minorías. Los diarios deportivos dedican más de 20 páginas al fútbol. En consecuencia, la gran mayoría de los periodistas saben muy poco de otros deportes, cuya cobertura les resulta laboriosa y arriesgada porque es fácil equivocarse y ser criticado. Y se encierran aún más en el fútbol, lo que reduce la cantidad y calidad de la información sobre los demás deportes. Un reportaje bien hecho, aunque sea de una disciplina minoritaria, siempre produce interés en quien lo lee, lo oye o lo ve. Pero cada vez hay menos.
P. Después de tres Copas de Europa consecutivas e innumerables títulos nacionales el Barça es casi invencible. ¿Cómo logran rendir a tope aunque ganen por diez goles?
R. Hay una química excelente entre un grupo de buenos jugadores y un buen entrenador , cuyo método sólo se puede aplicar si jugamos siempre cerca del cien por cien. Tenemos dos jugadores de muy alto nivel en cada puesto, algo necesario para competir en Europa. Es muy conveniente que otro club español pueda lograr eso. En la Liga Asobal, el San Antonio de Pamplona ha llegado a la final con siete u ocho jugadores de ese nivel. Si se refuerza, nos hará sufrir mucho.
P. España empezará el Europeo contra dos de los favoritos, Croacia y Hungría.
R. Como dice Juan de Dios Román, esos dos partidos valen seis puntos en lugar de cuatro. Hay unas ocho selecciones que están en una diferencia de tres o cuatro goles. Nosotros hemos logrado un rendimiento notable en los momentos decisivos. Ahí puede estar la clave.
P. ¿Qué quiere ser de mayor?
R. Algo relacionado con mis estudios de Empresariales, pero también quiero seguir vinculado al deporte. Aunque no como entrenador; implica demasiados sacrificios.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.