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FÚTBOL 37ª JORNADA DE LIGA

Trámite en Zaragoza

Sin la emoción de los puntos de por medio, el fútbol puede convertirse en un tormento, especialmente si los contendientes afrontan el encuentro como si se tratara de un compromiso de pretemporada. Es lo que ayer hicieron Zaragoza y Valladolid. Jugaron un partido propio de un entrenamiento en el que no hubo emoción, ni interés, ni buen juego, ni siquiera la tensión y la dureza que la incertidumbre de los resultados plantea.La conclusión: fue un partido soporífero, sólo animado por los transistores. La imagen del banquillo zaragocista siguiendo el resultado del Mallorca simboliza lo sucedido.

El encuentro se desarrolló fundamentalmente en el centro del campo, sin más ambición ni profundidad. El balón iba y venía de banda a banda y de equipo a equipo. Eso sí, la falta de visión futbolística para llegar al marco contrario se veía compensada con la falta de tensión defensiva. Pero el choque, en el césped, era de guante blanco y los delanteros se mostraron tan obcecados como el resto de jugadores: Jamelli, Benjamín y Gustavo López enviaron sendos remates a la madera.

Real Zaragoza: Juanmi; Belsué (Marcos Vales, m

77), Aguado, Sundgren, Soler; José Ignacio, Garitano (Pier, m. 85); Acuña, Radimov, Gustavo López; y Jamelli.Valladolid: César; Javi Torres (Chema, m. 86), Calvo, Peña, Santamaría, Marcos; Lozano, Canabal (Eusebio, m. 72), Benjamín; Klimowicz y Peternac. Árbitro: Fernández Marín. Mostró tarjetas amarillas a Sundgren y Lozano. Unos 22.000 espectadores en La Romareda.

El descanso no sirvió para romper el sopor del primer periodo. Luis Costa modificó su planteamiento, adelantando a Gustavo López y ofreciendo la dirección ofensiva del equipo a Radimov. Poco varió la situación.

Los destellos de Benjamín, los aislados caracoleos de Gustavo López, las entradas de Klimovicz y el interés de Jamelli fueron lo único llamativo dentro del desastre de un partido que los contendientes podrían no haber disputado y así haber evitado el sufrimiento del público.

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