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FÚTBOL 37ª JORNADA DE LIGA

El Athletic saca partido al marcador simultáneo

El equipo bilbaíno, a un paso de la Liga de Campeones, mientras el Mérida pone un pie en Segunda División

El Athletic vivió a costa de los demás para alimentar su lugar en la Liga de Campeones. Primero convivió con la fortuna propia y el infortunio del Mérida para resistir en el marcador. Fue un sortilegio: jugó 90 minutos con el marcador simultáneo y todo le salió bien. Al Mérida le ocurrió todo lo contrario, todo le resultó adverso: no perdió ninguno de sus rivales directos. Cosas del balompié.Ayer, el fútbol fue cosa del Mérida que durante 75 minutos manifestó una actitud más positiva, más urgente que un Athletic extremadamente conservador que apeló una vez más a su libro más viejo. Defender fue su única obsesión y además lo hizo mal, rematadamente mal. Un solo futbolista, el argentino Biagini, destrozó su sistema a base de velocidad y buena ubicación y demostró por qué Roberto Ríos no acude al Mundial y por qué viene ocupando plaza en el banquillo del Athletic. No fue el único. Larrainzar padeció las galopadas de Biaggini con toda la impotencia del mundo.

Mérida: Montoya; Mariano (Ruano, m

90), Luis Sierra, Momparlet, Pablo Alfaro; Sinval, De los Santos, Correa, Pirri Mori (Sabas, m.58); Biaggini y Cleber (Gabrich, m. 73).Athletic: I. Etxeberria; Larrainzar, Roberto Ríos, Alkorta, Larrazabal; Carlos García, Urrutia (José Mari, m. 61); J. Etxeberria, Guerrero (Ziganda, m. 73), Lasa (Javi González, m. 61); Urzaiz. Árbitro: Japón Sevilla, del colegio andaluz. Amonestó a Pablo Alfaro, Lasa, Urrutia, Urzaiz, Sabas y José Mari. Unos 15.000 espectadores en el Romano José Fouto con notable presencia de aficionados del Athletic.

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El Mérida tradujo la fe en ocasiones, pero no hizo lo propio para convertirlas en goles. Por seis veces pudo batir a Imanol Etxeberria y en la media docena tropezó con Etxeberria, ayer inconmesurable, tras un comienzo titubeante. No parecía una victoria necesaria para ambos equipos, sino un encuentro de mitad de temporada, cuando un equipo pugna por el fútbol y el gol y otro contemporiza en espera de tiempos mejores.

El Athletic ha basado su fortuna en la contundencia más que en la clarividencia. Eso le ha hecho fuerte y Luis Fernández tenía el firme propósito de agudizar ese rasgo de identidad en un campo que consideraba poco propicio para el toque y la combinación. Por ello dispuso muchas líneas defensivas, muchas misiones de contención y ningún engarce con los llaneros solitarios de su ataque. Joseba Etxeberria pasó inadvertido. Guerrero no existió y la única apariencia de ofensividad la proponía Ismael Urzaiz con su pelea sorda habitual con todos los defensores.

El Mérida creía en sí mismo. Su futbol no se gradúa en la Universidad pero al menos discurría con criterios y argumentos lógicos. Sinval y Correa habilitaban a Biaggini, y con esa única conexión bastaba para poner patas arriba toda la guardia pretoriana rojiblanca. Pero al Merida le faltó tacto y le sobró Imanol Etxeberria. Las seis ocasiones de que dispuso se dirigieron a los tres palos y al cuerpo o las manos del guardameta rojiblanco. Una cuestión de calidad que determinó el partido.

El Athletic sólo existió en un remate de cabeza de Carlos Garcíoa que Mariano sacó bajo palos. Era el minuto 44 y sólo entonces alcanzó el equipo bilbaíno el área local.

El descanso no alteró el discurso. Nadie diría que el Athletic, con el conocimiento de los marcadores se jugaba en el Romano José Fouto un lugar entre los elegidos de Europa. Los resultados pesaban en el ánimo del Mérida, que puso cerco al Athletic en una media hora trepidante. La presencia de Sabas desestabilizó aún más al Athletic que por momentos parecía conformarse con una situación que en esos momentos le relegaba a la tercera plaza y le hacía depender del Mallorca, su enemigo particular esta temporada.

El Mérida se fundió, agotó las pilas en un esfuerzo ímprobo, y el Athletic aprovechó el cúmulo de circunstancias: durante un cuarto de hora el conjunto bilbaíno recobró su relación con el fútbol, acogotó al rival y se dedicó a ratificar la Liga de Campeones en el momento más dulce de la temporada: una victoria en Mérida le otorgaba la segunda plaza matemáticamente. Ambas circunstancias le hicieron resucitar.

El cansancio del oponente le entregó metros y el balón; el marcador simultáneo le dio ánimos. En un cuarto de hora se fabricó tres ocasiones que podrían haber realizado un sueño que apenas buscó. Fue un Athletic rácano para una ocasión tan solemne. En realidad, le tenía miedo al Mérida y no se lo sacudió hasta los instantes finales de la pugna. Una actitud extraña en un extraño partido. Los demás hicieron bueno el resultado para el Athletic; los demás hundieron un poco más al Mérida. Un partido en suma sin demasiada personalidad.

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