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Un cura "euskaldun"

El País

"O traía un cura vascohablante o convertía la ermita en sala de fiestas", comenta con cierta sorna sobre José María de Errazti su nieto Txaber. Su amor por el euskera le llevó a dedicar gran parte de los beneficios de Talleres y Fundiciones Jez a promover la lengua vasca. En los años cincuenta construyó en Llodio, en el barrio de Almaka, cerca de la fábrica, un ermita, una casa cural y una pequeña ikastola. Este complejo tenía como objeto conservar y divulgar el euskera. La amenaza de la sala de fiestas le sirvió a Errazti para que el Obispo franquista cediera, enviara un cura euskaldun y permitiera las misas en vascuence. Una iniciativa que fue unida a la creación de un parbulario en euskera, completamente fuera de la red educativa. La empresa, es decir la familia Errazti, buscó los profesores y corrió con todos los gastos. "Era un lucha diaria, hasta que la reconoció el ministerio de Educación, que tutelaba la enseñanza", señala Txaber. La ikastola creció poco y murió con el nacimiento en los años setenta de la ikastola cooperativa de Llodio, a la que prestó los primeros años, hasta que se hizo con un edificio, su aula. La inquietud por el euskera llevó a este empresario y a su socio a promover inciativas en favor del vascuence antes y después de la guerra. Su militancia nacionalista, su pertencia a asociaciones en favor del vascuence y la publicación de escritos y una grámatica de euskera marcaron su vida empresarial. "Algunas de aquellas iniciativas con el nacimiento del batua ya no tienen sentido, pero era un momento político", señala Txaber. Los catálogos de la empresa de los años setenta están escritos en cuatro lenguas diferentes, pero curiosamente la primera es el euskera y a continuación el castellano, el francés y el inglés.

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