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Tribuna:ANÁLISIS
Tribuna
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A vueltas con Lerma

Dentro de poco más de veinte días dará comienzo el proceso de primarias entre los socialistas valencianos, y todo indica que los militantes del PSPV tendrán que elegir entre Joan Romero y Antoni Asunción el candidato a la presidencia de la Generalitat, si es que el ex ministro decide al fin presentarse. Mientras llega ese momento, sería conveniente que ambos contendientes y los respectivos aparatos de apoyo con los que contarán reflexionaran sobre las virtudes y los defectos que se han producido durante el desarrollo de las primarias del PSOE que concluyeron con la victoria de José Borrell. Así, tal vez, podrían subrayar las primeras y evitar los segundos. De entrada, es exigible al actual aparato de la dirección del PSPV, mayoritaria y claramente afín al secretario general, que mantenga una exquisita neutralidad en la fase previa y en el desarrollo de las primarias valencianas, prestando idénticos apoyos y medios a cuantos candidatos se presenten. Tampoco estaría de más que Romero, Asunción y quien quiera que sea que les acompañe en la campaña, pongan el acento en explicar a la militancia, y por extensión a los ciudadanos, cuál es su proyecto e incluso su programa para el futuro y no extenderse tanto en consideraciones internas de carácter orgánico. Máxime cuando se ha comprobado en las primarias del PSOE que han sido los "simpatizantes" con carné -los no asiduos a las asambleas ni a las reuniones de las agrupaciones, pero teóricos militantes- quienes, con su participación, contribuyeron al triunfo de Borrell. Una de las claves del éxito de las primarias consistió, una vez neutralizadas o suavizadas las maniobras iniciales del aparato en favor de Almunia, en el buen hacer de ambos candidatos, que evitaron tanto como les fue posible los bajonazos, y en la reivindicación por parte de los dos de la gestión desarrollada por Felipe González al frente del Gobierno.Esta permanente referencia positiva hacia el ex presidente contrasta con la actitud adoptada por Romero y Asunción respecto de Joan Lerma. En la semana que concluye, tanto el ex consejero como el ex ministro han hecho del antilermismo su principal signo de identidad -sin olvidarse de su fobia hacia Ciprià Ciscar-, definiéndose más por reacción que por acción. De tal suerte que Lerma ha acabado por aparecer como el único responsable del foco de infección hepático que dejó postrado al PSPV en la oposición. Se trata, sin duda, de una visión sectaria y tremendamente injusta con el ex presidente de la Generalitat. Es verdad que Lerma cometió errores en su última etapa al frente del socialismo valenciano, especialmente porque no supo sintonizar con las corrientes de fondo de un partido que reclamaba a gritos una renovación, pero de ahí a demonizarlo como si fuera un apestado, media un abismo. Joan Lerma gobernó durante más de doce años la Comunidad Valenciana y, en dos ocasiones, logró la mayoría absoluta. Durante tres legislaturas los ciudadanos apostaron con su voto claramente por un presidente de la Generalitat. Sin embargo, ahora, dos de las personas que, en uno u otro momento, merecieron su confianza, le ningunean hasta el extremo de que no se atreven tan siquiera a reclamar como algo propio una de las etapas más interesantes de nuestra historia más reciente: la construcción de la autonomía. Las manifestaciones recientes de Romero y Asunción, compitiendo por ver cuál de los dos es más antilermista, producen tristeza y vergüenza ajena, y revelan el mal estado de salud del PSPV. Es probable que ambos utilicen el sustantivo Lerma como elemento simbólico de un conjunto de actitudes y de comportamientos mucho más amplio, genéricamente conocido como "lermismo", y es probable que lleven parte de razón en sus críticas. Pero esa predeterminación a la hora de confundir lo individual con lo colectivo incluye un doble componente de perversión política. De un lado se proyecta la imagen de rechazo a toda una época y a la persona que la ha encarnado, como si no fuera con ellos (por cierto, la obsesión por borrar la historia es una de las características del fascismo). De otro, no deja de ser sorprendente que a quien se le niega el pan y la sal, se le pida al mismo tiempo ayuda. Entre las ventajas de las primarias se encuentra la desaparición de los "ismos". No hay "almunismo" ni "borrellismo", aunque haya almunistas y borrellistas a título personal. Ésta es una lección que también deberían aprender los candidatos valencianos. Si realmente quieren pasar página, no estaría de más que dejaran de mirar al pasado y comenzar a pensar en el futuro.

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