Un gran día de Muti
Riccardo Muti Obras de Mozart y Schubert. Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera. Director: Riccardo Muti. Palau de la Música, Sala Iturbi. Valencia, 25 abril.La Sinfónica de la Radio de Baviera es una de las pocas orquestas que jamás defraudan en directo. No recuerdo una sola de sus ya numerosas visitas al Palau de la Música en la que los músicos bávaros no dejasen la impronta de su altísima calidad interpretativa. A la solidez y homogeneidad del conjunto se une en esta orquesta un plantel de solistas en sus primeros atriles que convierte cada actuación en un verdadero recital de virtuosismo sonoro. Pero ni siquiera con semejantes mimbres podía garantizarse el resultado artístico de un concierto como el del pasado sábado, integrado por dos partituras que cuentan entre las más ilustres de todo el repertorio: la Sinfonía nº 39 de Mozart, posiblemente la Diosa Juno dentro del catálogo sinfónico del autor salzburgués, y la incomensurable Novena sinfonía de Schubert. Riccardo Muti hizo justicia a la música y a la orquesta. Sin la gestualidad excesiva que tantas veces adorna su actuación sobre el podio, el maestro napolitano fue en esta oportunidad a la sustancia de las cosas. Planteó un Mozart de admirable coherencia expositiva, combinando el lado majestuoso de la obra, con su impresionante adagio inicial y el pálpito de las modulaciones a do menor (en el allegro) y a fa menor (en el andante con moto), la gracia enérgica del minuetto y toda la exuberancia rítmica del fnale. Fue un viaje desde la gravedad hasta la incandescencia, un auténtica summa del espírtu mozartiano. Perspectiva latina La Novena de Schubert es una partitura bienamada por Muti, quien accede a la inmensidad del pensamiento sinfónico contenido en esta partitura auroral del romanticismo desde una perspectiva muy latina, en cierto modo reminiscente de Toscanini. A saber, ligereza de tempi y recalado en los maravillosos espacios melódicos donde se condensa la inspiración vocal schubertiana. Pero también en el misterio que acecha pasajes como el desarrollo del último allegro, esos 213 compases de constante fluctuación tonal que miran claramente hacia el futuro. Muti observó con rigor la soberbia arquitectura de la sinfonía, equilibrando sabiamente los contrastes de dinámica y de fraseo. Así, la coda più moto del primer tiempo dejó escuchar el carácter coral del tema en do mayor de las trompas, mientras que en el andante con moto llegó sin demagogia al acorde climático de séptima disminuida, para hacer después un tenso silencio que preparó con naturalidad la cálida melodía en si bemol, enriquecida en este caso por el aterciopelado conjunto de violonchelos de la orquesta bávara.
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