_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

"Vivan las primarias"

Cuando finalizó el 34º Congreso del PSOE, nadie prestó atención a una decisión que al cabo de pocos meses se convertiría en referencia indiscutible de la vida política española. Probablemente ni nosotros mismos, quienes defendimos y aprobamos ese nuevo método de elección de candidatos, éramos conscientes de su trascendencia. Una decisión que nos ha llevado a remover aguas que parecían serenas, pero no estaban estancadas, y a poner en cuestión "verdades" que parecían incuestionables, pero no lo eran tanto. Hemos dado la palabra a mucha gente que quería tomarla y devuelto la esperanza a millones de españoles. Abrir las puertas de nuestro partido a la sociedad y hacer política teniendo como referencia la causa común de la izquierda requería estar dispuestos a poner en práctica, en nuestra casa, las medidas para iniciar esa transición. Y lo hemos hecho con responsabilidad y valentía, como corresponde a un partido de izquierdas. Tomando la iniciativa y poniéndonos por delante de esa manifestación de ciudadanos progresistas que esperaban que les diéramos una nueva oportunidad para confiar en nosotros.

Hoy, tras las segundas primarias en dos meses -candidato a lehendakari y a la presidencia del Gobierno-, podemos afirmar que esta nueva forma de relacionarnos dentro del partido y de relacionar a éste con la sociedad ha sido sancionada y no tiene afortunadamente vuelta atrás.

Habrá quien diga que es precisamente el resultado de estas últimas primarias lo que les da especial valor y trascendencia. Yo no comparto esa aseveración. Porque es verdad que la demostración palparía de que esto va en serio se visualiza mejor si, compitiendo, el secretario general no las gana. Pero eso ha sido posible porque tuvimos el valor de poner en marcha un sistema que rompía con los roles del pasado y daba paso a una nueva cultura en nuestro partido. Tuvimos el valor de arriesgarnos. Y lo hicimos no por la emoción del riesgo, sino por nuestro compromiso con la renovación. Por ese compromiso que adquirimos en el 34º Congreso y que llevó a Joaquín Almunia a promover la extensión del sistema de primarias hasta la elección a la presidencia del Gobierno. Si no reivindicamos la importancia de lo fundamental, si no situamos esa decisión en el centro de nuestra alegría y de nuestro orgullo, correremos el riesgo de celebrar sólo el resultado en según qué coyuntura, olvidándonos de preservar y aplaudir siempre la decisión que lo hizo posible.

Habrá quien piense que esta reflexión es innecesaria. Pero he visto a lo largo de mi vida a mucha gente que valora y/o defiende las opciones en función de los efectos concretos que producen, pero siempre después de que éstos se han producido y de cómo les afectan personalmente. Si les favorece el resultado, bienvenida sea la decisión tomada; en caso contrario, revisémosla. Pues bien, yo defendí el sistema de primarias en el Congreso y lo seguí defendiendo con pasión después de haber competido -y perdido- por la candidatura a lehendakari. Dije entonces, durante mi campaña, que los afiliados y afiliadas no tienen más atadura que la de su propio juicio y que el acto de elección de candidato es una opción absolutamente libre y personal. Sigo diciendo lo mismo. Nuestra militancia es libre para defender cualquier opción. Respetable cualquiera que sea.

Por eso sé que hoy, tras haber depositado nuestro voto el día 24, todos los socialistas queremos seguir gritando: "Vivan las primarias". Todos, sin distinción alguna entre los que depositamos nuestro voto, como es mi caso, entre los 90.127 que apoyaron a Joaquín Almunia y los 111.296 que quisieron a José Borrell. Y es que los socialistas hemos hecho un ejercicio de libertad y democracia que nos llena de orgullo. Fuimos a la urna a responder a una sencilla, pero trascendental, pregunta: ¿Quién quieres que sea el candidato a la presidencia del Gobierno? Y hemos contestado.

Nadie debe ahora buscar respuestas a cuestiones no planteadas. Si así se hiciera, desde cualquier perspectiva, se estaría traicionando la voluntad de los afiliados. Cuando hace unos meses competí con Nicolás Redondo por la candidatura a lehendakari, me esforcé por dejar clara esta misma tesis. Sirve para todas las ocasiones y en cualquiera de las coyunturas: tanto si se gana como si se pierde. Por otra parte, no debiéramos olvidar que no hay votos de calidad en las primarias. Ésa es la grandeza de la democracia. Todos los que fuimos a la urna ejercimos nuestra voluntad con idéntica ilusión, orgullo y libertad. A todos nos movió un único deseo: encontrar el mejor candidato para ganar las próximas elecciones. Y el hecho de que uno obtuviera 90.127 votos y otro 111.296 demuestra que, a juicio de nuestra militancia, teníamos dos excelentes candidatos. Hoy queda claro que Borrell es el primer mejor candidato, el de todos. Y Almunia es el segundo mejor candidato y sigue siendo nuestro secretario general.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Hay otra reflexión que quiero hacer. Nuestros adversarios políticos y mediáticos se empeñarán en acentuar no se sabe qué derrota al explicar el triunfo de Borrell. Ya hemos leído y oído cómo se simplifica y adjetiva despectivamente a los más de 90.000 militantes -la inmensa mayoría anónimos y sencillos afiliados- que votamos a Almunia. No espero nada de los enemigos del PSOE; pero me preocuparía que los socialistas todos no fuéramos capaces de dar una respuesta pronta y contundente, poniendo en valor nuestras propias decisiones y la fuerza de todos los votos. Es verdad que ya lo dijo Borrell en la noche electoral: "No hay votos contra nadie". Yo abundaría en esa idea: todos los votos son a favor y juntos suman el 100% del partido. Todos los votos son en positivo: a favor del respeto a nuestras bases y a su libre opción, de la participación, de la izquierda, del partido.

Como decía, los socialistas hemos iniciado un ilusionante proceso. Al dar la voz a nuestros militantes, hemos abierto una puerta a la participación que nos llevará dentro de nada a invitar a los simpatizantes a compartir la responsabilidad de elegir los candidatos que mejor representen las mayorías de progreso en las distintas instancias de la vida pública. La sociedad entera nos mira y se ilusiona con nosotros. Somos un gran partido y hemos contraído una importante responsabilidad. Dentro de casa y en el conjunto de la ciudadanía.

No es sencilla la tarea que tenemos por delante. De un plumazo -de 201.423 plumazos- hemos revolucionado la vida interna del partido. Sin haber debatido sobre la bicefalia, sin haber tomado la decisión de cambiar la estructura, hemos desembocado en la práctica en un modelo bicéfalo. Lo que se apuntaba como una posibilidad teórica, al poner en marcha las primarias, se ha convertido en realidad y la bicefalia, a nivel federal al menos, es hoy un hecho. En nuestro 34º Congreso no tomamos esta decisión, ni la contraria. Pero abrimos la puerta a que el secretario general pudiera coincidir o no con el cargo de máxima responsabilidad institucional en su ámbito de actuación. Tampoco establecimos la incompatibilidad entre ambos. Así, de momento, unas veces coincidirá -caso vasco- y otras no.

Todo está cambiando. Por eso adquiere un valor trascendental que sepamos gestionar bien la sencilla respuesta de nuestros militantes a la trascendente pregunta que les hicimos. Almunia dijo al día siguiente de las elecciones que iba a reflexionar sobre su permanencia en la Secretaría General. Dijo que quería oír al Comité Federal y a los afiliados. Respeto su decisión. Pero debo decirle que no puede pedirnos una respuesta a algo que no estaba ni implícita ni explícitamente planteado en la pregunta. Ya hemos respondido a lo que se nos preguntó: queremos que Borrell sea nuestro candidato a la presidencia del Gobierno. Todo eso, pero nada más que eso.

Ya sé que estamos aprendiendo, que todos debemos hacer pedagogía sobre esta nueva situación. Sólo así se explica que insistamos en lo obvio. Pero lo haré. Quiero recordar que en el 34º Congreso decidimos elegir a la dirección del partido y los candidatos en tiempos y con fórmulas diferentes. Así, la política del partido y la dirección encargada de llevarla a cabo se elige en los congresos. A los candidatos, en su tiempo y a través del voto directo de las bases. Decidimos delegar en las bases la responsabilidad de elegir a los candidatos; pero eso no significa en modo alguno que la dirección haya quedado eximida del resto de sus responsabilidades.

Y esta Comisión Ejecutiva, de la misma manera que, con su secretario general al frente, ha impulsado una de las resoluciones del último congreso y extendido el sistema de primarias hasta el máximo rango institucional, ha de seguir llevando el timón del PSOE, cumpliendo con el resto de los mandatos del Congreso y haciendo posible que todos juntos ganemos las próximas elecciones generales.

Aquí no se libra nadie de su responsabilidad. Las bases han asumido la suya con alegría y nuestro secretario general deberá hacer lo propio. Cuando le elegimos en el último congreso, le encomendamos una difícil y singular tarea: tenía que ocupar el hueco que dejaba libre Felipe González y tenía que hacerlo asumiendo a la vez el reto de renovar el partido y abrirlo a la sociedad, convirtiéndolo otra vez en la referencia de la mayoría progresista española. Almunia ha empezado a recorrer ese camino con firmeza y valentía. Al convocar las primarias, ha dado el primer gran paso, un paso que será referencia obligada en la historia del socialismo español. Pero el trabajo no ha hecho sino empezar. Ahora le corresponde gestionar la victoria, la victoria de las primarias. La victoria de este proceso que nos ha devuelto la ilusión y nos ha dado el candidato para ganar las elecciones. Si no asumiéramos las consecuencias de nuestras decisiones, no sólo traicionaríamos la voluntad de nuestros afiliados y afiliadas, sino que defraudaríamos a toda esa sociedad a la que queremos representar y servir desde el Gobierno. Y eso sí que no podemos permitírnoslo.

Por eso sé que cada cual cumplirá con su tarea, seguirá asumiendo su responsabilidad. Sólo así podremos seguir diciendo todos juntos: "Vivan las primarias".

Rosa Díez González es consejera de Comercio, Consumo y Turismo del Gobierno vasco.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_