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Peluches y cartas

La anterior visita de los Backstreet Boys a Madrid terminó en un serio problema de orden público. Por eso, cualquier precaución fue poca ayer, y cualquier precaución será poca hoy. Algunos elementos nuevos se incorporaron al repertorio de recursos para evitar cualquier contingencia. Entre estas medidas, los encargados de seguridad solicitaron a los espectadores que entregaran a la entrada sus regalos a los cantantes, consistentes en su mayoría en peluches y cartas. También se trató con mimo a las niñas que llevaban varios días acampadas entre cartones y mantas en una plaza de Dalí y aledaños que, todavía en obras, se asemeja a Sarajevo. Se merecieron el lugar más próximo a los ídolos y se les cercó, sólo para ellas, una cuña en las primeras filas que les permitió verlos desde donde jamás habrían soñado. Y encima, sin apretujones. Allí se abrazaron ellas orgullosas al comprobar que su esfuerzo había servido para algo.La empresa encargada de la seguridad dispuso casi del doble de efectivos que suele utilizar para otros conciertos de este tipo: cien hombretones que con sus rudos brazos entresacaron de la pista a las que sufrieron desmayos.

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Estallido emocional

Era difícil precisar el número de policías, nacionales y municipales, ambulancias del Samur o voluntarios de Protección Civil. Al preguntarles a cada institución el número de dotaciones disponibles también repitieron: "el doble" de lo habitual. Apenas hubo padres dentro del Palacio de los Deportes. Esta vez sí se fiaron y dejaron que las chicas se desbocaran a sus anchas.

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