Está bien...
Un día se alzó el monumento en Madrid a "Juan llI"; ahora va a alzarse otro, gigantesco, al papa Wojtila. Está bien, no pasa nada. ¿Qué más nos da? El conde de Barcelona y sus fieles produjeron la destrucción de la II República. Pero él se quedó sin reinar; un grado sumo de martirio que mereció la escultura. El Papa destruyó la profunda obra conciliar de Juan XXIII y su ecumenismo. Es un Papa combativo; no es lo mismo la Iglesia militante - en Polonia, bajo el ateísmo- de la que procedía que la bonachona Iglesia triunfante. Ayudó a llevarse por delante el comunismo; y además predica contra el divorcio, contra el aborto.Son cosas que, poco a poco, van marcando una tendencia, un estilo de gobernar, de dirigir. Un día es la reivindicación de Felipe II; otro, la de la Inquisición. Habíamos descubierto la maldad de aquel rey duro y frío que nos cerró contra la modernización de Europa, que forcejeó contra las pluralidades: pues estábamos equivocados, y se le celebra en un aniversario glorioso. Ya lo decía Franco. La Inquisición también estuvo por el "pensamiento único": el español era católico o ceniza en la plaza mayor. Los relatos de los autos de fe son escalofriantes; los de las huidas de moriscos y judíos, a los que se les robó todo, dejando atrás a quienes se convertían para salvarse pero que eran objeto de burla, de expedientes, de registros, de torturas: daban una mano de obra esclavista. Pero, dicen, quizá se exagere un poco: quizá los librepensadores son, en realidad, descendientes de conversos, inspirados por Satanás. O rojos. Está bien, está bien: tengamos Papa y Juan III, tengamos Felipe y tengamos Torquemada. ¿Qué más da? Es tonto pelearse por el pasado: que se queden con él. Pero se quedan con él para irlo convirtiendo, día a día, lenta y suavemente, en presente. Y en futuro. La democracia es una dictadura de fieltro sobre el que se entrechocan las bolas de marfil del pensamiento único, del pensamiento cero, de la corrección política; chascan unas con otras, se envían a las bandas, vuelven al centro, componen sus mil figuras aparentemente distintas, pero que siempre son la misma. El taco es de ellos. (Ah, la revista oficial de la Dirección General de Tráfico publica un reportaje de un pueblo: sus hijos tienen menos accidentes y, si los tienen, no son mortales: porque cuando sacan el carné o compran un automóvil, los presentan a la Virgen. Los de otros pueblos no lo hacen: mueren en la carretera presa de horribles dolores).
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