La Real gestiona la anarquía
El Betis ratifica sus poblemas defensivos y añade incapacidad en el ataque
El Betis juega contra sí mismo. Contra el peso de la púrpura, contra su decepción en una Liga a su medida, contra su potencial téorico, contra sus aires de grandeza. En Inglaterra contra un equipo inferior, tocó fondo y soltó lastre. Arrojó al mar el sobrepeso europeo y se presentó en San Sebastián con la mirada torva y la duda metida en el cuerpo. En Anoeta le esperaba un equipo sólido que hace casi siempre lo mismo y que normalmente lo hace bien, un colectivo que iba a poner a prueba su condición física y su capacidad defensiva, precisa mente las dos interrogantes que persiguen al Betis en el último tramo de la temporada. La primera se despejó al primer compás del partido: cuando se trataba de correr y de saltar, el Betis se encomendaba al cielo más que a sus propios argumentos. Para colmo, el conjunto anda luz padecía en defensa una rémora no menos pesada: la incapacidad de sus futbolistas para tirar del equipo y sacar el balón con diligencia. La parsimonia invadió al Betis y la Real Sociedad puedo atravesar su pequeño desierto del comienzo con más comodidad de la prevista.Con un equipo clasicista (De Pedro, Aranzabal, Craio veanu), la Real sorteó los primeros contratiempos y poco a poco fue ganando terreno al Betis que había salido con el ritmo eléctrico que Alfonso suele imprimir a cada contragolpe. El encuentro anunciaba emociones fuertes porque ni una ni otra defensas otorgaban seguridad y sucumbían con facilidad a los detalles técnicos de los delanteros.
El déficit del Betis fue mayor. Con Jarni ausente por lesión y Finidi asuente por decisión propia (su presencia resultaba testimonial en la alineación), el Betis se quedaba sin el principal argumento de su ejercicio futbolístico: los costados. Alfonso y Oli jugaban de memoria pero al ordenador bético se le habían aflojado dos clavijas.
El programa dejó de funcionar en cuanto la Real Sociedad llevó el encuentro a una' lucha más gimnástica. Cuando escarbó en el área descubrió el secreto del partido: la velocidad en las acciones de ataque,porque sus oponentes no se distinguen en los cuartos traseros ni por el orden,ni mucho menos por la velocidad en la ejecución de sus acciones.
El partido, que comenzó con buena pinta, se enredó con prontitud: el Betis en su propia incapacidad para trascender más allá del centro del campo, la Real Sociedad para encontrar los huecos por los que habilitar a sus dos delanteros. El gol llegó por un trasunto psicológico. Gracia Redondo se tragó un penalti de Olías a Craioveanu. El cargo de conciencia lo resolvió en la jugada siguien te convirtiendo en pena máxima una acción legal de Solozabal sobre Gracia.
El gol de Kovacevic alteró la personalidad del partido. La segunda mitad fue un ejercicio de amnistía permanente por parte de los dos equipos. El fútbol agradeció el desorden, el imperio de la ansiedad que dominaba a ambos equipos y que provocaba una sucesión de ocasiones mal resueltas por ansia de protagonismo idividual. El Betis se la jugó y la Real Sociedad supo gestionar mejor la anarquía. El tercer contragolpe lo materializó de forma ortodoxa: de Pedro cruzó el balón, Aldeondo salió de su campo y en vez de atracarse de balón habilitó a Kovacevic que marcó a placer.
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