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Entrevista:

"Madrid es de esas ciudades que te arropan"

Hace cine como el que arregla un grifo. Cada vez que termina una película, piensa en su familia, sus amigos, en su gente. Por eso casi nunca vende cara su presencia y frecuenta las tiendas de su barrio sin la menor sensación de sentirse observada. Candela Peña nació en Gavá (Barcelona) hace 24 años. Es hija de murciana, sevillano, pero vive en Madrid. Empeñada desde los 14 años en el baile flamenco, hubiera estudiado una carrera sólo por contentar a sus padres, pero Imanol Uribe, el director de actores Paco Pino y una porción de merecida suerte la convirtieron en la Vanessa de Días contados, película con la que debutó en el cine a los nueve meses justos de su llegada a Madrid. Así, en lugar del traje de chaqueta que hace reventar de orgullo a cualquier madre, Candela se calzó la piel de puta tierna. Y lo hizo tanbien que hoy, en cada estreno busca entre el aplauso a sus progenitores y en su satisfacción encuentra la mejor crítica. Su papel en la recién estrenada Insomnio, de Chus Gutiérrez, otra vez le sienta como un guante.Pregunta. Interpreta personajes que parecen hechos a su medida. ¿Casualidad o suerte?

Respuesta. Me gano los papeles porque siempre hago pruebas. Soy consciente de tener un físico limitado. Puedo engordar, adelgazar, cortarme el pelo o teñirme de azul, si el director lo quiere. El resto lo demuestro con mi trabajo. Sé de sobra que Chus Gutiérrez no me veía como Alba en Insomnio, por eso insistí muchísimo en hacer la prueba y lo conseguí.

P. También llegó con una prueba a Días contados. ¿Cómo sucedió?

R. Lo típico. Estás en clase de interpretación y te dicen que están buscando gente nueva para una película. Yo no conocía a nadie ni tenía la más remota idea de cómo se hace cine. Me puse unas camperas de serpiente que me dan mucha seguridad y me presenté. Enseguida llamaron a mi casa preguntando por Vanessa. Imagínate qué ilusión entrar al cine de esa forma.

P. Madrid le dio suerte en el trabajo.

R. Impresionante. Yo había estado aquí con 17 años, y he de reconocer que entonces me dio miedo. Yo soy de pueblo, no había cogido un taxi en mi vida. Hasta el metro me impresionaba. Pero ahora no pienso vivir en otro sitio. Madrid es una de esas ciudades que te arropan. Puede que en Barcelona esté todo mucho más organizado, pero el rollo de Madrid es especial. Aquí nadie pierde el tiempo preguntándote de dónde vienes. Allí parece que hay que estar siempre demostrándolo todo.

P. Dice usted que es muy de barrio.

R. Totalmente. A veces entro en las tiendas sólo para charlar. A mi oficio no quiero darle más importancia que la que tiene. Es un curro más, tan necesario como el del técnico de las luces de un plató.

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