Induráin aficionado de cuneta
El navarro disfruta viendo pasar a los ciclistas y opina sobre el próximo Tour
Toda la liturgia del aficionado que se precie: un bocadillo de jamón, otro de tortilla, una botella de vino tinto, Marisa, Miguel II y tiempo muerto de espera esperando la llegada del pelotón, Miguel Induráin se pasó la mañana del martes de cuneta en cuneta siguiendo la etapa de la Vuelta a Valencia."Me aburre ver las carreras desde el coche o por la tele" dijo el ex ciclista navarro a La Gazzetta dello Sport. "Prefiero irme a una subida con la familia y ver pasar al pelotón, y aplaudirlo. Me gusta la espera, me gusta ver a los ex colegas" A los ciclistas también les gusta. Ven su inconfundible imagen y le saludan a su paso, se sienten animados. "Le vi tres veces", dice José Luis Arrieta, compañero suyo en el Banesto algunos años. "Una, en una curva del col de Rates, luego en un repecho y después en meta" Se pasó buena mañana de aficionado de cuneta Miguel Induráin. Casi como salir al campo con la familia y, de paso, matando el gusanillo de la afición. Unos kilómetros en coche, y los ciclistas. Su casa de Benidorm no deja de estar cerca de las carreteras por las que pasa la ronda valenciana.
No es ése, sin embargo, su único contacto. El lunes por la noche se dedicó, siempre con su familia, a hacer una ronda de hoteles. Primero estuvo en el del Banesto, charlando con todos, un rato en la habitación de Arrieta y también en el vestíbulo, dejando que los jóvenes profesionales, que sólo le conocían por los álbumes de cromos, como Mancebo, comprobaran que es de carne y hueso. Luego, visitando a los del Vitalicio Seguros, equipo en el que corre su hermano Prudencio.
El periodista de La Gazzetta le vio en la cuneta y no desaprovechó la oportunidad de preguntarle por el Tour, el jardín privado de Induráin durante cinco años, y por Ullrich, al que todos designan como su heredero. "Sí, Ullrich se me parece un poco", dijo el navarro. "Es el más fuerte, habla sólo alemán y no se arriesga nunca, ni en carrera ni en las entrevistas". Pero de ahí a ganar cinco Tours...
Induráin, que supo dominar anos y años las acometidas de los escaladores sometiéndoles a su ritmo de máquina apisonadora, dio un par de consejos a Pantani y a Virenque, a los que ve con posibilidades de dejar a Ullrich escalando. "Tal y como lo hacen, corren mal", dijo. "Se lanzan al ataque en cualquier ocasión, hasta cuando saben que no van a ninguna parte, y, con ello, desperdician mucha energía. Para ganar un Tour deberían concentrarse en un solo golpe a fondo, un golpe de KO".
Ni Pantani ni Virenque fueron nunca una amenaza real para Induráin en el Tour, aunque el escalador calvo lo derrotó en el Giro de 1994, en que quedó segundo, tras Berzin, e Induráin tercero. Quizás por eso, Induráin siempre ha tenido una simpatía especial por él. "Lo aprecio porque es valiente, pero sólo conseguirá ganar un Tour o un Giro cuando logre atacar con disciplina", dijo. Es decir, cuando dentro de su corazón loco y su alma poética introduzca algo del sentido común y de la tranquilidad que elevaron a Induráin a lo más alto.
Mucho han cambiado las caras del pelotón desde que Induráin se retiró. Tanto, que al navarro le costó trabajo reconocer a alguno de sus antiguos rivales entre tanto desconocido. Pero ahí estaba, siempre, el viejo Chiappucci, El Diablo que siempre quedó a su rueda "No entiendo cómo puede seguir corriendo", dijo. "Pero lo entiendo: el ciclismo es su vida, no se ve sin una bicicleta. Yo encontré la fuerza para decir basta, y no me arrepiento".
No hace falta que lo jure. Se le ve feliz viendo de vez en cuando una carrera y cogiendo él de vez en cuando la bici, pero sólo para hacer como mucho 50 kilómetros al día.
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