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CICLISMO

La larga espera del Tour

Las principales figuras coincidieron una semana en Mallorca: todos obsesionados con la ronda francesa

Carlos Arribas

-Entonces, ¿fue sólo una idea del fotógrafo?-En efecto -responde Zülle-. Le puso un cajón para que en la foto estuviera a mi altura.

La foto quedó casi convincente. Richard Virenque y Alex Zülle, todo sonrisas, con la cara a la misma altura comparten el mismo maillot, el del Festina. La idea es clara: dos personas, un líder, pero algo falla. Virenque se come el protagonismo. ¡Es el pelo! La vista se clava en su cabeza, en la mata gris, casi blanca, que la corona. "Ah, es su carácter", dice Zülle. "Está de moda teñírselo de rubio platino, pero él dice: 'hostias, todos de rubio, entonces yo voy a demostrar algo de nuevo', y va y se tiñe de gris. La verdad es que parece mucho más viejo".

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"Quizás sea un resto del pasado"

Es todavía febrero. El Tour parece aún lejano, a casi cinco meses, pero en Mallorca, donde casi todos los grandes han competido durante unos días, da la impresión de que de un momento a otro va a aparecer a la vuelta de la esquina. Casi con morbo se anticipa lo que pasará o podrá pasar. Es el tiempo de las dudas sin respuesta, de las buenas intenciones. Zülle está convencido de que Virenque no le va a traicionar, y viceversa. Su director, Bruno Roussel, ya planifica la tenaza con la que ambos ahogarán a Ullrich. Ullrich ya sabe los errores que cometió en el último Tour y sabe cómo evitarlos en su segundo, tal como sabe que adelgazará los 12 kilos de más que ha llegado a acumular este invierno. Jalabert no piensa echar de menos a Zülle en el ONCE, de la misma manera en que Olano no llorará por la descomunal angina, origen de la infección que le maniató el año pasado, fuente de todos sus males. Y Blanco crecerá sano y fuerte, en el Vitalicio, con Mínguez.

Hace un año, Jan Ullrich deambulaba por Mallorca casi anónimo. La semana pasada, parecía un jefe de Estado rodeado de guardaespaldas. Ullrich sigue siendo un joven alemán, pero, entre un año y otro, ganó el Tour. Varios equipos de la televisión alemana le persiguen en su hotel, en la carretera, en sus entrenamientos. Un relaciones públicas con pinta de guardaespaldas se encarga de su protección.

-¿Me puede arreglar una entrevista con Ullrich?

Mirada de arriba a abajo. -Pregúntaselo a él o habla con Pevenage [su director] que te puede contestar en su nombre.

-Pero usted es el encargado de eso, ¿no?

-Sí, pero Jan no quiere hablar con la prensa. Está cansado de responder siempre a las mismas preguntas.

Dicen que Ullrich ha dicho que la causa de su bajo rendimiento en la última semana del Tour fue que aceptó demasiadas peticiones televisivas, cenó tarde y mal y durmió poco. Eso es parte de las dificultades que hay que superar para ganar un Tour. Para ganar el segundo, hay que empezar a lidiarlas casi un año antes. Riis, su compañero, se lo habrá explicado bien.

Ni Zülle, ni Olano han ganado aún un Tour.

Ullrich tiene tiempo hasta julio para alcanzar el golpe de pedal que le permitió volar en Arcalís y en Saint Etienne 97. Mientras tanto, no se deja hacer fotos con ropa ajustada. Para que no se le noten las carnes. Zülle marcha un poco más retrasado que el año pasado, pero quiere estar total en mayo, en el Giro. "En mi cabeza está ganar el Giro, aunque el Tour sea siempre lo primero", dice. "Pero lo del Giro es algo nuevo, nunca lo he corrido. Es como lo de cambiar de equipo. Eso es muy importante para la, cabeza". También ha sido importante para Zülle que Virenque le diera finalmente su aprobación. "Richard le examinó los días que han coincidido en las concentraciones", dice Bruno Roussel, director del Festina. "Le dio el OK. Dijo que era un tipo en el que se podía confiar. Así que no le traicionará. Richard no puede ir contra alguien que sabe que no va a ir contra él. Esta es la moral del equipo: cuando alguien promete que va a hacer una cosa, no va a hacer lo contrario, sea cuál sea la circunstancia".

Zülle, sin embargo, avanza que "es normal" que "choquen" en el Tour. "Estoy seguro de que si me pongo de líder tras la contrarreloj, él trabajará para mí, pero Virenque es muy volcánico, pero sin cosas malas, y en julio cambia el chip. Me dijo que es más francés que todos los demás franceses. Es su carácter. Así que al final decidirán las fuerzas de cada uno". Como el cuento de la rana y el escorpión cruzando el río.

El ONCE y el Festina buscan crear un ambiente de piña, de familia unida. En eso se parecen. También en que ninguno de los dos equipos, de los mejores del mundo, ha ganado el Tour. También en las personalidades dominantes de sus directores, Sáiz y Roussel, dos licenciados en Educación Física. Pero sólo hasta ahí. "Ahora la ONCE sin mí es un equipo normal, clásico, como el Banesto", dice Zülle. "Un líder y ciclistas de menor nivel para trabajar para él".

"Manolo estará al loro, lo controlará todo bien", dice Jalabert, ahora líder del ONCE.

Manolo es la figura.

-Alex, ¿en qué se diferencian Manolo y Roussel?

-Manolo es un gran jefe, pero muchas veces da la impresión de que tiene muchas cosas en la cabeza. Ésa es la gran diferencia.

El Banesto tenía un plan, estaba trabajando un gran bloque, pero llegó el Vitalicio, que se hizo equipo debilitando a los demás. Se fue Santi Blanco, el hombre de referencia para el Banesto 2000. Santi Blanco se pasa ahora las 24 horas del día al lado de Pruden Induráin. Comparten habitación y paseos. Y así estarán todo el año. Hasta en el Tour, si invitan al equipo. El corredor salmantino, que de vez en cuando recibe los consejos telefónicos de Miguel Induráin, bromea. "Hoy he quedado el 1.006 en la etapa", le gusta decir. O, "apenas he podido entrenarme este invierno porque he estado todos los días de juzgado en juzgado". Un 12 de febrero, en 1994, Javier Mínguez sufrió el mayor shock, supo que su estancia en el Banesto acabaría rápidamente, cuando se mató Antonio Martín. Otro 12 de febrero, el de 1998, Mínguez se ha quitado un gran peso de encima: Elio Aggiano logró la primera victoria de la historia del Vitalicio. No hay mal que 100 años dure. Esto marcha.

Olano también marcha. Hasta va a ser padre. No sabe si su futuro hijo le hará relativizar otras historias, pero teme que sí. Y no le importa. "Soy muy niñero", dice. No será lo único que cambie en su vida de un Tour a otro. También su forma de prepararlo. "No buscaré hacer exhibiciones en junio, como el año pasado. Me bastará con saber que yo estoy bien, y no que se enteren mis rivales". En 1997 ya sabía que la cosa no iba perfecta antes incluso de la Dauphiné y de aquella caída que le costó la victoria.

Miraba sus CPKs y veía que no recuperaba después de los entrenamientos. No sabía que tenía una infección larvada en sus anginas. Nadie lo sabía. Supo en el Envalira que no ganaría ese Tour. También pensó entonces en abandonar, en dejarlo todo, como hizo luego en la Vuelta. Un año después siente como si el tiempo no hubiera pasado. Otra vez carga con el peso de demostrar que aún no ha llegado a sus límites en la alta montaña.

Olano termina contrato este año. ¿Renovará? "Vine aquí perdiendo dinero y sigo aquí muy a gusto. Así que si ellos quieren, no creo que haya problemas", dice. El guipuzcoano quiere esperar a negociar su renovación a después del Tour, arriesgándose a ver bajar su cotización si le sale mal. Pero puede llegar a un acuerdo antes, firmar un contrato de renovación con primas por un puesto en el podio de París.

Sólo unos pocos podrán ser héroes en el Tour.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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