"La armonía entre estética y memoria se ha perdido en Madrid"
Alberto Corazón, madrileño nacido en la plaza Mayor en 1942, siempre quiso ser inventor. Estudió el bachillerato en el colegio Maravillas y Ciencias Económicas en la Universidad Complutense. Desde su adolescencia, quizá de la seducción por la policromía que su mirada con trajo en el comercio al por menor de lanas de su familia, cuidó su pasión por la pintura. Con el tiempo, tras pasar miles de horas entre lápices, pinceles y sobre todo, ideas, el diseñador Alberto Corazón llegó a ser uno de esos hombres que tienen el coraje de espetarle a la realidad aquellas preguntas profundas que la realidad acostumbra negar se a responder. Una vez extraída la respuesta, no es de los que se la guardan para sí; la devuelve a los demás mediante su traducción a un lenguaje de formas, signos y colores, que filtran aquella complejidad y la destilan de una manera bella y comprensible. Desde portadas de libros y revistas a objetos de equipamiento urbano, su diseño lo ha con templado casi todo. Ahora acaba de publicar su último libro, Escudos, medallas, vapor y electricidad, un estudio sobre la iconografía industrial del Madrid del siglo XIX.Pregunta. ¿Cuál es el propósito del libro?
Respuesta. Quiero informar sobre la pequeña burguesía comerciante y artesanía, cuya energía construyó por primera vez una identidad civil propia para Madrid, en la segunda mitad del siglo XIX.
P. ¿Cómo fue aquella identidad?
R. Gracias a ella, Madrid dejó de ser una mera y exclusiva dependencia de la Corte. La nueva identidad la creó esa clase que había construido realmente la ciudad.
P. ¿A través de qué vía ha llegado a ese hallazgo?
R. Desde la producción gráfica y plástica de ese segmento social tan activo, que desplegó todo su potencial por satisfacer las nuevas demandas de confort de la población inmigrada a Madrid.
P. ¿Qué impulsaba a aquellos pioneros?
R. Se trataba de un núcleo muy motivado de la pequeña burguesía urbana, formado generalmente por artesanos cuya ilusión era la de ser fabricantes.
P. ¿Cómo se desplegó este proceso?
R. Con una intensidad creativa sin precedentes y que, al no existir entonces la publicidad, adoptó la forma de una iconografía muy historiada y divertida en la correspondencia comercial, en los membretes y encabezamientos donde aquellos emprendedores se autorretrataban.
P. ¿Por qué considera decisivo este asunto?
R. Porque creo que fue la primera vez en la historia en la cual surgió una identidad madrileña propia, en la que la estética y la memoria coexistieron sin conflicto. Esa armonía, hoy, se ha perdido.
Escudos, medallas, vapor y electricidad. Editado por Caja de Madrid.
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