Gran fiesta operística
Hacía tiempo que en Barcelona no se asistía a una auténtica gran fiesta operística, a un espectáculo de este nivel, verdadero regalo para el oído y para la vista. La Calisto, de Francesco Cavalli, ha sido el título. ¿De Cavalli solamente? Ya veremos que no. La obra data de 1651 y si ha sorprendido grandemente ha sido por su vitalidad y su frescura.Pero si esta versión de La Calisto ha triunfado ahora, como lo hizo al estrenarse en el teatro de la Monnaie de Bruselas en 1993, no ha sido sólo por esa sólida alianza entre teatralidad y bellísima música, sino por su interpretación y, sobre todo, por las meticulosas tareas revisionistas llevadas a cabo por las respectivas direcciones, musical y escénica, de René Jacobs y Herbert Wernicke. Jacobs ha empezado por completar la vertiente instrumental, originalmente confiada en parte a la improvisación, con una pertinencia y una riqueza espléndidas. Y la exposición no ha tenido el más mínimo asomo de rigidez, sino que ha fluido con vitalidad y exacta dosificación de acentos.
La Calisto
Música: Francesco Cavalli. Libreto: Giovanni Faustini. Intérpretes: - María Bayo, Louise Winter, Iris Vermillion, Marcello Lippi, Hans-Peter Kammerer, Graham Pushee, Alexander Oliver, Dominique Visse, Toby Spence, Antonio Abete y Robin Tyson. Producción del Teatro La Mormaie de Bruselas. Dirección escénica, escenograria y vestuario: Herbert Wernicke. Orquesta Concerto Vocale. Dirección musical: René Jacobs. Teatre Nacional de Catalunya. Barcelona, 2 de enero.
La otra baza decisiva de este éxito actual de una obra de 1651 ha sido la dirección escénica de Herbert Wernicke. En un espacio único, mágicamente aprovechado, ha dibujado una acción agilísima, con los personajes muy bien delineados y con esa personal decisión de convertir algunos de ellos en figuras de la Commedia dell'Arte.
Una ninfa que enamora
En la vertiente instrumental tuvo una brillante participación el conjunto Concerto Vocale, que tocó con flexibilidad, equilibrio y total sentido musical, sabiamente dirigido por Jacobs. En cuanto a los intérpretes vocales, formaron un conjunto espléndido, aunque deba destacarse la Calisto deliciosa de María Bayo, en su debut operístico barcelonés, prodigio de sensibilidad, musicalidad, buena técnica y relevantes dotes de actriz. Desde luego, con una ninfa así no es extraño que los dioses, aunque hubieran sido menos rediculizados que el Júpiter de esta ocasión, se enamorasen de ella. Marcello Lippi hizo, con gran flexibilidad, ese Júpiter tan ridiculizado por Wernicke. Espléndido el Satirino de Dominique Visse, de exquisita musicalidad el Endimion de Graham Pushee, muy en carácter Alexander Oliver y con solidísimas voces Iris Vermillions (a la que Jacobs permitió cantar como si de una Ameris se tratase), Louise Winter y Hans-Peter Kammerer.Después de un bellísimo final, con un firmamento estrellado, la gran fiesta operística finalizó con prolongadas y entusiastas ovaciones de un público puesto en pie.
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